Sábado 12 de Enero de 2008 Edicion impresa pag. 52 > Cultura y Espectaculos
Cozarinsky, tras los mitos de la milonga
En su nuevo libro, "Milongas", el escritor no sólo rastrea los principales escenarios y las reacciones que generó el tango sino que además lo muestra en cien imágenes.

BUENOS AIRES (Télam).- El escritor Edgardo Cozarinsky rastrea los mitos, personajes y rituales de la noche tanguera en "Milongas", una obra que además de recorrer los principales escenarios testimonia las reacciones que este baile generó en figuras como Lepoldo Lugones, Victoria Ocampo y Julio Cortázar.

El flamante trabajo de Cozarinsky tiene una fuerte apoyatura en las más de cien imágenes del fotógrafo Sebastián Freire, que captan con sutileza el movimiento y la sensación de "trance" que describen quienes bailan el tango.

"Este libro aspira a elegir a sus lectores: no necesariamente bailarines, pero sí milongueros, gente incapaz de indiferencia cuando a las tres de la mañana, en cualquier salón de barrio, siguen con la mirada a una pareja mayor, severamente vestida, deslizándose sin ornamentos por la pista", alerta el también cineasta en el prólogo de la obra.

"Milongas", recién editado por el sello Edhasa, propone un recorrido por la historia del tango bailado: sus personajes, sus mitos y leyendas nunca confirmadas y sobre todo, sus circuitos de baile, todo eso captado con un agudo sentido de la observación que le permite reproducir los modos de habla de ese ambiente y sus ceremonias más emblemáticas.

"Bailar el tango pone en escena la fuerza tenaz, inexpugnable, del deseo", afirma el autor, quien también se encarga de remarcar el regreso del baile como fenómeno después de haber atravesado todos los estados de ánimo: los años de marginalidad hasta el triunfo en París antes de 1914, la época de oro de la década de 1940, el olvido de las décadas de 1960 a 1980, y el reconocimiento mundial -en París, Tokio y en Nueva York- desde 1983.

Paralelamente, el libro plantea un viaje al pasado de esa música, desde los pasos de Ricardo Rojas en París en 1908 hasta la mítica estampa de Vicente Madero, pasando por las grandes orquestas de los cuarenta y los cincuenta, y las leyendas repetidas y nunca confirmadas.

El objetivo de Cozarinsky, realizador de films como "La guerra de un sólo hombre" y "Ronda nocturna" es antes que nada el baile y no las letras ni las anécdotas de sus músicos.

Además de una introducción titulada "El arranque", el libro se estructura en dos grandes secciones, "Ceremonias del presente" y "Minutas de tiempos idos", ambas trabajadas en un registro más próximo a la literatura que al ensayo.

En la primera, Cozarinsky asume el papel de anfitrión y pasea al lector por el salón Canning, las milongas de Cracovia, Londres, París o Nueva York, mientras que en la segunda se interna en documentos que le permiten abordar las tensiones que atraviesan al tango.

El autor se ocupa también de rastrear las reacciones de distintos intelectuales frente al tango: Victoria Ocampo, por ejemplo, confiesa que el tango le gustó cuando empezó a bailarlo - "como baile descubrí su carácter inimitablemente argentino"- y que lo vio bailar por primera vez en casa de su abuelo, ubicada donde hoy está el cine Ambassador, en Lavalle al 700.

Cozarinsky destaca además que Leopoldo Lugones solía referirse al tango como "ese reptil de lupanar, tan injustamente llamado argentino" y recuerda que Manuel Gálvez sostenía que no había "nada tan repugnante como el tango argentino, su baile es grotesco y significa el más alto exponente de guaranguería nacional..."

El lector pasea a lo largo de 154 páginas por aquellas milongas legendarias ante las que se rendían artistas, poetas, y aristócratas y arrabaleros, dando lugar a una historia que se mueve entre la ficción y la crónica de lo que el propio autor ha visto a lo largo de su vida en las diferentes milongas.

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