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Un premio para Chávez |
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Puede entenderse el enojo que siente la presidenta Cristina de Kirchner por la forma en que se produjo la liberación de dos de la cincuentena de rehenes "canjeables" que las FARC tienen en su poder, además, por supuesto, de otros 700 que fueron secuestrados por motivos netamente comerciales. Hubiera querido imputarla a la intervención de su marido pero, desgraciadamente para ella, la participación del ex presidente no resultó del todo necesaria. Al enterarse de la liberación, Cristina se despachó contra la prensa local por no haber comprendido que el viaje a la selva de Néstor Kirchner se había inspirado sólo en sus sentimientos humanitarios, pasando por alto el hecho de que el desenlace no tuvo nada que ver con la presencia pasajera en Colombia de un grupo cosmopolita de notables encabezado por el ex presidente y el cineasta norteamericano Oliver Stone. Bastó con que la Cruz Roja Internacional colaborara y el gobierno del presidente colombiano Álvaro Uribe suspendiera por un rato los operativos militares en la zona para que las FARC premiaran un tanto tardíamente a su aliado bolivariano, el presidente venezolano Hugo Chávez, al permitirle cumplir un papel protagónico en el asunto y de este modo recuperar un poco del prestigio que le costó el fracaso de Operación Emmanuel. Claro, el que Chávez haya mostrado estar en condiciones de influir en la conducta de las FARC plantea algunos interrogantes incómodos. Si pudo persuadirlas de liberar a dos cautivas, ¿por qué no las presiona para que dejen volver a sus casas a todos los demás? Consciente de que en adelante muchos le atribuirán la capacidad de determinar el destino de centenares de rehenes, Chávez dice que es su intención impulsar un nuevo equipo de trabajo para lograr la liberación de todos los secuestrados por las FARC. Se trata de un compromiso que entraña ciertos riesgos para Chávez puesto que, si insistiera en exigir que el gobierno colombiano hiciera demasiadas concesiones podría difundirse la impresión de que es en efecto uno de los secuestradores ya que, como los cabecillas de las FARC, querría aprovechar su ordalía en beneficio propio. La liberación de dos rehenes, Clara Rojas y Consuelo González Perdomo, ha hecho a muchos pensar que las FARC son capaces de hacer un "gesto humanitario" y por lo tanto no son tan inenarrablemente crueles como se supone. Sin embargo, no hay motivo alguno para creer que optaron por entregar a dos de sus cautivas por razones humanitarias. Luego del papelón que les supuso la Operación Emmanuel cuando prometieron liberar a un niño que no estaba en su poder sino en un orfanato bogotano, las FARC se sintieron obligadas a intentar recuperar la credibilidad perdida y, huelga decirlo, mejorar su relación con Chávez que, lejos de actuar como un mediador neutral, no disimula su hostilidad hacia Uribe y la simpatía que siente por la guerrilla selvática. Puede que a juicio de Chávez y los jefes de la dictadura cubana las FARC sigan siendo un movimiento revolucionario, pero la verdad es que han transcurrido décadas desde que se convirtieron en una organización criminal que se financia mediante el tráfico de drogas y los secuestros extorsivos, razón por la que en su caso no hay lugar para ilusiones románticas. Aunque por razones prácticas resulte necesario negociar con ellas, tratándolas como si representaran algo más que el apego a cierto modo de vida propio de bandoleros comunes, a los dirigentes políticos de los demás países latinoamericanos les corresponde resistirse a caer en la tentación de tomarlas por revolucionarios que libran una lucha contra la injusticia social y la amistad con Estados Unidos del presidente Uribe. En vista de la falta de solidaridad de los gobiernos de los "países hermanos", pocos de los cuales quieren arriesgarse entrometiéndose en el avispero colombiano, Uribe no ha tenido más alternativa que la de depender excesivamente de la asistencia norteamericana. Criticarlo por haber fortalecido sus lazos con la superpotencia sería razonable si pudiera contra con el respaldo efectivo de sus vecinos, pero puesto que éstos prefieren asumir una postura prescindente, cuando no una que es favorable a las FARC, es lógico que haya elegido acercarse al único país que está dispuesto a darle ayuda y que cuenta con los recursos económicos y técnicos para asegurar que no sea meramente testimonial. |
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