En encumbrado miembro de la oposición con conchabo en el gobierno nacional lo definió así: "Sapag ha heredado una situación muy difícil, el diagnóstico que hace es bueno y los primeros pasos que está dando van en el sentido correcto. Pero lo que le falta es señalar al malo de la película".No fue el único político u observador que hizo una reflexión similar en los escasos 25 días que llevan de asumidas las nuevas autoridades.
Sapag ha pasado prácticamente su primer mes de gobierno apagando incendios heredados y en medio de un panorama francamente desolador: municipios quebrados; la capital sitiada por la falta de agua; arcas provinciales exangües; reclamos por deudas insólitas que aterrizan todos los días en la contaduría; empleados traspapelados en la oscura trama de la corruptela oficial que se presentan a cada rato reclamando silla y escritorio... un panorama de tierra arrasada como sólo puede dejar tras de sí un enemigo en retirada.
Es cierto, el flamante gobernador ha denunciado puntillosamente cada descalabro y hasta ha encargado un arqueo de las cuentas fiscales que aún no está listo y que, es de suponer, le permitirá trazar una línea muy clara entre el pasado y el presente, deslindando definitivamente las responsabilidades. Empero, tanto Sapag como la vicegobernadora Ana Pechen han observado un significativo silencio respecto de los responsables del actual estado de cosas. Es como si una catástrofe natural se hubiera abatido sobre Neuquén y como no tendría ningún caso quejarse contra el destino, sólo cabría la actitud estoica de reconstruir calladamente lo devastado.
Se escudan para eso en obviedades tales como la independencia de poderes y en lugares comunes como aquello de que "sólo me preocupa mirar para adelante", que diluyen cualquier responsabilidad. Una actitud que, aunque sus inspiradores no se lo propongan, contribuye a asegurar la impunidad y a otorgar verosimilitud a quienes bienintencionadamente o no les adjudican descompromiso o complicidad.
Un caso testigo es el del grave problema de la falta de agua en la capital. Un tema que se arrastra desde hace décadas y en el que las anteriores autoridades fallaron en dar una respuesta al cabo de largos ocho años de gestión. Eso, a pesar de que gobernaron durante una de las etapas de mayor prosperidad de la provincia, producto de la convergencia entre la devaluación y el alza exponencial en el precio del petróleo.
En lugar de hacer las obras imprescindibles el EPAS se dejó estar, acaso con el secreto propósito de sedimentar en la conciencia colectiva un descontento que hiciera posible el proyecto más oneroso y complejo como es traer agua del Mari Menuco. El ex gobernador que toleró e inspiró que una ciudad de 400.000 habitantes se quede sin agua, dilapidó los recursos públicos y no puede explicar de dónde sacó la fortuna con la que se pagó una campaña presidencial. Ahora, las autoridades recién asumidas admiten que no habrá agua por lo menos por dos veranos más, pero omiten consignar las responsabilidades y hasta se permiten anunciar un aumento.
Se trata de funcionarios que pertenecen al mismo partido que gobernó hasta hace un mes: ¿Qué ocurre? ¿Son excesivamente prudentes o temen escupir para arriba? No faltará, en las actuales circunstancias, quien tome su silencio por aquiescencia o complicidad.
Esta amnesia de hecho es muy nociva para la salud social. Sin identificar la falta y sin castigar al responsable no es posible enmendar el error y se corre el riesgo de repetir indefinidamente la historia. Es notable, pero algunos miembros encumbrados del actual gobierno creen sinceramente en la necesidad de volver a hacer creíble la política; de rescatar a las jóvenes generaciones del drescreimiento. ¿Cómo compatibilizar un afán tan encomiable con el auspicio tácito a la impunidad?
Un psiquiatra de dilatada trayectoria en el medio local lo explicó de la siguiente manera: "Sin ley no es posible rescatar a los jóvenes de la apatía y de todas sus secuelas, como los preocupantes índices de suicidios. Cuando está en entredicho la ley porque no hay sanción, no hay autoridad posible".
Más allá de las verdades trilladas en las que se escudan frecuentemente los políticos, como aquella de que el Poder Ejecutivo no está para juzgar a nadie, es cierto que la Justicia neuquina ha sido poco menos que sometida a servidumbre por la anterior gestión. Sin embargo, aunque los poderes sean tres el gobierno es uno solo y tolerar de brazos cruzados que el Poder Judicial siga en manos de un grupo cuestionado es tanto como condenar al Estado a una cojera permanente.
El ex presidente Kirchner demostró que el Ejecutivo puede inspirar una renovación de la Justicia sin inmiscuirse en los asuntos de otro poder. Permitió que la Corte se renovara con beneficios ostensibles para el conjunto de la sociedad. ¿El Ejecutivo neuquino, no puede intentar nada en bien de la salud institucional y de la propia psiquis de los ciudadanos?
Los desbarajustes ocurridos en Neuquén no son sólo responsabilidad del anterior titular del Poder Ejecutivo. El gobernador estuvo acompañado por su partido. En el gobierno que lo está sucediendo hay funcionarios que formaron parte de la camarilla que gobernó a contramano de todas las reglas, pisoteando a la oposición y a la prensa, y en medio del mayor dispendio conocido hasta el momento.
Al anterior gobernador, a sus colaboradores, a los diputados levantamanos, a los empresarios rapaces que hicieron negocios con la plata de todos, y a los periodistas vendidos que los ensalzaron, los apoyó además una porción consistente de la sociedad. Aún cuando todo el mundo sabía -cámara oculta mediante, por ejemplo- qué clase de gente se estaba encaramando en el poder.
Esa porción de la sociedad, también tiene algo de qué arrepentirse. Si Sapag y Pechen, votados para llevar adelante un "cambio positivo", señalan a fuego, como corresponde, a los responsables mayores del desquicio ocurrido en la provincia, la propia gente que ayudó a aquellos a acceder al poder, terminará por reflexionar sobre su cuota de responsabilidad en la realidad que le toca vivir, y acaso lo piense mejor la próxima vez. Después de todo, la democracia es el resultado de una construcción colectiva y no el designio infortunado de cualquier bribón que logra llegar a la cima.
HÉCTOR MAURIÑO
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