l cambio del 07 al 08 en Latinoamérica tuvo ribetes de agobio, igual que el clima.
Resultó un fiasco el rocambolesco operativo humanitario encabezado por Hugo Chávez -con Néstor Kirchner como garante relevante- para lograr la liberación de tres rehenes en poder de la guerrilla colombiana en una región selvática de ese país.
Y se produjo un duro enfrentamiento en la ciudad de Buenos Aires por la decisión del intendente Mauricio Macri de no renovarle los contratos a 2.400 agentes sospechados de ser "ñoquis" e intervenir la obra social de los municipales porteños.
Sobre la guerra en la región caribeña, se afirmó la hipótesis con la que sorprendió el pasado 31 de diciembre, en Villavicencio, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe: las FARC no pudieron cumplir con su compromiso unilateral, más que por las acciones de hostigamiento militar, sencillamente porque no tenían en su poder a uno de los supuestos cautivos, el niño Emmanuel, hijo de la unión entre la secuestrada abogada y política Clara Rojas y un insurgente de la legión del septuagenario "Tirofijo".
Un contrariado Kirchner, recibido con críticas por la presidenta Cristina al regresar al refugio pingüino de El Calafate, reconoció que de confirmarse la información de Uribe "caerá aún más la poca credibilidad que aún tenían las FARC, una izquierda perimida que nunca ganará ni logrará nada".
Kirchner trató de justificar el proceder del "amigo patriota" bolivariano por el grado de confusión y desorden que se vive en Venezuela.
No obstante, en el entorno "cristino" se le reprochó en privado a Chávez el protagonismo excesivo -como un "showman"- y se le advirtió que habrá que ponerse en guardia frente a una acción similar en el futuro, posibilidad admitida por el canciller Jorge Taiana, encargado de salir al cruce de las voces opositoras.
Nunca lo dirá públicamente, pero para Kirchner el fallido le significó un duro revés a su amor propio. Ahora, se permitirá repartir culpas a los narcoguerrilleros y a la "derecha cerrada" que rodea a Uribe y congenia con los republicanos de Estados Unidos. Es que antes de viajar a Caracas, fantaseó con tener "un mano a mano" con la cúpula de l as FARC para redoblar la apuesta y lograr la liberación de la ex candidata Ingrid Bentacourt, por cuya suerte está interesado el presidente francés Nicolas Sarkozy.
La misión era riesgosa porque era previsible que iba a ser boicoteada por sectores oscuros enrolados en uno u otro bando.
El rédito podrá variar si a partir de ahora Uribe, con su liderazgo fortalecido, flexibiliza alguna de sus posiciones y las FARC acceden a corregir lo que en principio parece incorregible, pues -según admitió un funcionario nacional- "estarían haciendo lo mismo que la dictadura argentina, que secuestró chicos y les cambió la identidad".
Falta, igualmente -y no es poco- conocer el pronunciamiento de Sarkozy.
Hasta el hueso
Macri empezó cumpliendo sus promesas electorales. Despidió a 2.400 contratados en el último año en la municipalidad porteña e intervino la obra social. Los históricos agentes que responden a Patricio Datarmini y Amadeo Genta, con el apoyo del líder de la CGT, Hugo Moyano, le declararon el comienzo de hostilidades con paros y movilizaciones.
El camionero llegó a proclamar que se estaba frente a "un genocidio laboral" y que no lo iba a permitir. Sin embargo, los tres sindicalistas llamaron a la reflexión y dejaron abierta la puerta al diálogo, aunque Macri les mandó a decir que no retrocederá y sólo conversará sobre una reestructuración en beneficio de los ciudadanos de la ciudad. "No venimos a matarlos sino a reconvertirlos", les anunció.
La vicejefa de gobierno, Gabriela Michetti, trató de irrespetuoso al jefe de la CGT y se mantuvo firme en la pelea, convencida del desprestigio que aparejan las prácticas clientelísticas que incluyen "capas geológicas" de empleados y sistemas de cobros sin trabajar.
No es un chiste ni se trata de un juego de jardín de infantes. Macri necesita consolidar su gestión y diferenciarse del gobierno kirchnerista para consolidar sus aspiraciones, claramente proyectadas al 2011.
Para ello, afirma que meterá el cuchillo hasta el hueso.
ARNALDO PAGANETTI
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