(Especial desde Puerto Natales, CHILE).- La idea surgió como una de las tantas cosas que se dicen entre copa y copa. Hacer un festival de jazz en el fin del mundo. Desde cero. Justo allí donde no había antecedentes del género. Y hacerlo con la sola pulsión de la aventura en el cuerpo.
Sin embargo, lo que fue una conversación liviana derivó en un proyecto serio. El país elegido fue Chile, y la ciudad Puerto Natales, ubicada a hora y media del Parque Nacional Torres del Paine, a 3 de El Calafate, y a más de 2000 kilómetros al sur de Río Negro y Neuquén.
La elección no es casual. Esta zona del mundo es una de las mayor crecimiento turístico en Latinoamérica. Pero las acciones culturales no son frecuentes. Algunos lazos familiares facilitaban las cosas y el puerto chileno terminó siendo un lugar clave para el emprendimiento artístico.
Un año después de la conversación entre sus creadores, un grupo de músicos roquenses liderados por Andrés Fuhr acaba de inaugurar el Primer Festival de Puerto Natales.
A ellos se les han sumado músicos chilenos que encontraron el espacio perfecto para hacer, escuchar y aprender música ya que el festival también incluye una serie de clínicas donde público y artistas interactúan.
Pero como el evento es más que una aventura al impulso inicial se le sumó también el Municipio de la Ciudad -cuyo intendente (alcalde) es don Mario Margoni-, y su dirección de cultura, a cargo de Leonel Soto.
El Primer Festival de Jazz de Puerto Natales comenzó el 8 de enero y se prolongará
hasta el 15 en diversos puntos de la ciudad tales como hoteles, espacios públicos y restaurantes.
Cada año, esta región del planeta es visitada por más de 300 mil turistas de todo el planeta. Especialmente de Europa y norteamérica. La enorme gran mayoría se reparte entre El Calafate (con el fin de ver el imponente glaciar Perito Moreno) y Puerto Natales (placentera escala antes de partir al Parque Nacional Torres del Paine). Un encuentro de esta naturaleza tiene un poco de locura pero no está desprovisto de cierta lógica tomando en cuenta el privilegiado entorno natural y el volumen de visitantes extranjeros.
"La idea del festival tiene relación con la posibilidad que ofrecía esta región de comenzar un evento único y sin antecedentes", explica Fuhr, director musical del festival, y uno sus principales promotores.
"Nosotros medio en broma decimos que no estamos buscando festivales de jazz donde tocar sino donde no los haya para crearlos. Aquí no había uno y nos han recibido como en casa. Hace unas horas cuando me bajé del escenario entre el numeroso público presente, sentí afecto y comprensión por una música que no siempre puede parecer fácil", explica Fuhr, quien, junto a su gente, ya ha realizado las primeras presentaciones.
El municipio local programó tres de ellas en el llamado Pueblo Artesanal, donde los artesanos de Puerto Natales, ofrecen sus productos. En el mismo predio hay un restaurante de comidas típicas y un patio techado en el que se instaló un escenario especialmente para la ocasión.
Tal como lo había previsto el municipio, a las 20.00 en punto la banda comenzó a tocar con todos los asientos ocupados. Veinte minutos después el público asistente, entre ellos turistas de Alemania, España y Argentina, rebasó la capacidad del lugar hasta llegar a las puertas mismas del Pueblo Artesanal.
Según los datos oficiales había más de 150 personas que aparecieron de la nada sólo para disfrutar del arte de Fuhr, Mauricio Lusardi (piano), Mauricio Costanzo (batería) y Hernán Hock (guitarra). Un conjunto que en muchas oportunidades ha ofrecido espléndidos recitales en General Roca, Neuquén, Bariloche y otras tantas ciudades de la Patagonia norte.
Los músicos también ofrecerán durante toda la semana clínicas y tocarán junto a artistas chilenos, entre ellos el Johnny Salsa Power Trío, quienes trabajan bajo contrato haciendo rock para el bar de un exclusivo hotel, y el grupo de los Hermanos Soto, gente de profunda tradición folclórica y admiradores del jazz en todas sus forman.
"Esto si que es el fin del mapa y me encanta", dice Fuhr al tiempo que observa un dibujo que refleja en parte el camino que la banda realizó días atrás. Fueron 2300 kilómetros en línea recta, hacia abajo. "Bueno, mucha cuenta no te diste Andrés, ya en Regina estabas totalmente dormido y te despertaste en Río Gallegos", le retruca Hock, en el salón del hotel donde realizan los ensayos y se juntan por la noche a zapar.
Su segunda presentación de relevancia ocurrió en el resto de una hostería, a la que asistió público especialmente invitado. En un salón pensando para 40 personas sentadas se convocaron alrededor de 60 que escucharon atentamente el concierto.
"No siento que esta sea una experiencia extraña. Hacemos lo que sabemos y espero que ustedes disfruten con nosotros de esta música.", le dice Andrés al público. Un rato después confesará a este cronista: "La música es lo que mejor sé hacer, es también lo que soy y lo que seré. Uno debe aceptar ciertas cosas, que son tu vida, tu credo y hasta tu limitación".
La voluntad de estos músicos que un día provocó una explosión de sonido en un rincón del mundo ahora ha saltado hacia otro. El sur del sur, más que un final, fue un principio.