En lo que hace tanto a logros como a fallas o fracasos, la educación es una de las disciplinas que los produce y los exhibe a largo plazo, y este hecho genera contradicciones entre los dichos y anuncios y también dificultades en la planificación de las políticas. En algunas oportunidades, como lo hicieran los ex ministros de Educación Susana Decibe, en los 90, y Daniel Filmus, en la gestión de Néstor Kirchner, se suelen pedir pactos o ayudas a la sociedad para la difusión de logros o anuncios a través de los medios de comunicación social.
Precisamente son los gobiernos los que están sobradamente provistos de sus órganos de propaganda, con los que pueden hacer auspicios, convenios, la propia difusión de sus actos y anuncios desde la gráfica, la publicidad y hasta con canales televisivos y portales educativos propios.
Para lo otro, es decir para hablar de lo que precisamente "falta", lo que "no se cumplió", la "denuncia" de situaciones de chicos y jóvenes que aún están excluidos del sistema educativo y social, el trabajo infantil, los que siguen abandonando sus estudios, la escuela que aún hace repetir y no previene; para eso precisamente están los medios de comunicación, para dar voz y ayudar para revertir estas situaciones.
Algún funcionario equivocadamente planteó que la difusión de las buenas noticias traerá en consecuencia "buenos resultados en la educación".
En realidad, las buenas políticas y acciones se verán -aunque lleven su tiempo- por sí mismas en las aulas, en los hogares y en las estadísticas, si se plasman con políticas e inversiones y no por obra de la pluma periodística.
Como ejemplo se pueden citar los grandes anuncios del Congreso Pedagógico de los 80, que terminaron siendo eso: buenos deseos declarativos, con poco espíritu ejecutivo, algunos de los que sin embargo fueron incorporados en algún articulado de la Convención Constituyente, pero que no se transformaron en políticas públicas.
LAURA HOJMAN
DyN