Descorchemos la champaña. Hablemos sólo de buenos augurios. Alcemos las copas como en las vísperas del nuevo año.¡Universidad nueva!... ¿Educación nueva?
Nos aventuramos a suponer, basándonos en las circunstancias imperantes y antecedentes históricos, que las probabilidades no juegan a favor de la Universidad Nacional de Río Negro. Mientras la novísima institución quede atrapada por las reglas de juego que gobiernan el sistema universitario argentino -y aún no advertimos razones para imaginar un destino diferente-, está condenada a reproducir sus mismos e insatisfactorios resultados.
El problema no deviene trivial. Desde hace tiempo las universidades de nuestro país, a pesar de esfuerzos individuales y grupales que resultan tan valorables como a veces exitosos, son incapaces de cumplir el más elemental de sus objetivos: garantizar que la mayoría de sus egresados luzca umbrales mínimos de conocimiento.
Según escribimos alguna vez, podemos encontrar alumnos brillantes, profesores sobresalientes, graduados destacados, proyectos de extensión valiosos, programas de investigación innovadores o facultades bien conducidas. Pero es altamente probable que el diplomado típico desconozca muchos de los basamentos de su disciplina.
Semejante cuadro no se modificará mientras construyamos sobre los cimientos existentes. Tampoco es seguro que la nueva institución pueda funcionar libre de las "tomas" que afectaron a la Universidad del Comahue, por mencionar un factor clave para interpretar la iniciativa del señor Pichetto.
En efecto, dicho fenómeno no es exclusivo de nuestra región ni de la entidad mencionada. Y, excepto que podamos considerar tales movimientos como una moda pasajera, todavía falta abordar sus reclamos y modos de acción con soluciones de fondo. Soluciones que difícilmente pueda aportar una nueva organización por el mero hecho de tener distinto sello identificatorio.
Más de lo mismo
Los argumentos esgrimidos por los impulsores de la UNRN exhiben otras debilidades. No es razonable justificar el proyecto tomando como referencia experiencias similares observadas en nuestro país porque, tal cual dijimos, el funcionamiento del "modelo" vigente resulta altamente insatisfactorio. Además, las instituciones nacidas como desprendimiento de universidades más antiguas casi nunca alcanzaron el prestigio de la entidad originaria ni lucieron comportamientos alejados del predominante.
Usualmente ha sido más sencillo crecer en cantidad que promover calidad. En Argentina se fundan universidades, agregan carreras o duplican cátedras sin evaluar con seriedad la disponibilidad del recurso humano. En el mejor de los casos, se procede como si bastara un especialista descollante para desempeñar cabal y exitosamente la función docente, cualquiera sea su dedicación a esta tarea. Y salvo excepciones vinculadas con determinadas disciplinas en ciertos conglomerados urbanos, la densidad de población con aptitudes y tiempo disponible para desempeñar dicho papel tiende a ser reducida tanto en Río Negro como en Neuquén.
¿La "comisión de seguimiento" creada a fines del 2007 evaluará cabalmente la oferta de horas cátedra? ¿O propondrá planes de capacitación sistemáticos y obligatorios, previos y permanentes?
La escasez de recursos humanos, sumada a las restricciones presupuestarias presentes hasta en épocas superavitarias como la actual, desalienta la idea de evitar que los jóvenes migren hacia otras ciudades para emprender sus estudios superiores. Una razonable política de becas, ajena al clientelismo que abunda fuera y dentro de la universidad, y adecuados programas de educación a distancia podrían resultar más útiles que la intención sostenida por acólitos del proyecto UNRN.
Seguramente el desarraigo, con sus implicancias personales y económicas, es una de las claves de la deserción y el fracaso estudiantil. Sin embargo, existen otros factores rara vez contemplados por quienes pergeñan o ejecutan iniciativas tan ambiciosas como la creación de instituciones de educación superior. Estas suelen convertirse en terreno inhóspito donde los alumnos deben convivir con arbitrariedades e iniquidades de la más diversa índole, profesores incompetentes, docentes más interesados en difundir su ideología que en fomentar la libre expresión y escasos incentivos para el compromiso y el esfuerzo. Claro, muchos de los sobrevivientes habrán aprendido esa lección al punto de utilizar armas similares para defender sus derechos.
¿Se ocuparán las autoridades de generar una red de contención adecuada para estudiantes y docentes?
Fuera de la isla
Es indiscutible que las instituciones educativas deben salir de su aislamiento y acercarse al complejo productivo. Pero el fortalecimiento de aspectos elementales no asegurados por el sistema universitario argentino -como los saberes básicos, la capacidad de reflexión y el espíritu crítico- puede hacer contribuciones más valiosas para el desempeño de los futuros graduados en un mundo incierto. Materias optativas, seminarios o talleres paralelos y posgrados servirían para complementar tales fundamentos con las particularidades de, supongamos, la fruticultura, la actividad pesquera, el sector ganadero u otras actividades del entorno.
Aunque aceptemos la necesidad de partir desde cero, dudamos de que la opción más pertinente haya sido recorrer el camino recién inaugurado. ¿Habrán agotado Pichetto y sus adláteres las chances de transformar y fortalecer la Universidad del Comahue? ¿Admitirían en esta última propuestas compatibles con el supuesto espíritu de la UNRN?
Es tan difícil advertir intentos de aproximación por parte de los impulsores del emprendimiento rionegrino como imaginar permeabilidad a iniciativas alternativas dentro de la UNC, institución que no recibirá de la nueva universidad un "tiro de gracia casi mortal", como sostienen opositores al proyecto del senador kirchnerista. La del Comahue tiene suficiente con el conservadurismo, los enfoques dogmáticos y los prejuicios que suelen enquistarse en su propio seno.
Por último, es toda una ingenuidad imaginar que basta alumbrar una casa de estudios propia para que Río Negro genere políticas y estrategias compatibles con los desafíos inherentes a la educación del siglo XXI. ¿Acaso la administración Saiz, gobierno sin rumbo en materia educativa, podrá pergeñar una estrategia exclusivamente destinada al nivel universitario? ¿Estará en condiciones de hacerlo una oposición cuyas propuestas parecen limitadas a seguir sin cuestionamientos la línea K?
El último interrogante nos plantea una cuestión nuclear: la fundación de la UNRN sólo podrá justificarse mientras los encargados de ponerla en marcha y demás protagonistas resistan la tentación de plegarse a la tendencia -dominante en el ámbito político nacional- del "cambio que no cambia". Si este reto fuera aceptado, tal vez podríamos celebrar con expectativas distintas a las que despierta el voluntarismo, apenas plagado de buenas intenciones, tan típico del brindis de Año Nuevo.
Por la Universidad Nacional de Río Negro... ¡salud!
ALFREDO ZGAIB (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Contador, docente universitario.