"Operación Emmanuel" resultó ser un fracaso sin atenuantes. Después de perder varios días vagando por Venezuela y Colombia, el ex presidente Néstor Kirchner volvió a casa sin haber logrado nada más que convencer al mundo de que es un subordinado leal del mandatario venezolano Hugo Chávez. Aunque se haya prolongado la ordalía de los secuestrados, el hecho de que haya fracasado puede considerarse positivo porque el propósito principal del intento de convencer a los narcoguerrilleros de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (las FARC) de entregar a tres rehenes, entre ellos un niño llamado Emmanuel que nació en cautiverio, a un grupo abigarrado que, además de Kirchner, el canciller Jorge Taiana y el cineasta norteamericano de simpatías chavistas Oliver Stone, incluía a representantes de Brasil, Bolivia, Cuba, Francia y Suiza, consistía en desprestigiar al presidente colombiano Álvaro Uribe y enaltecer la figura de Chávez. También se hubieran visto beneficiadas por el golpe publicitario que Chávez tenía en mente las FARC, puesto que su éxito hubiera servido para propagar la idea de que sería mejor negociar con ellas que combatirlas como insiste en hacer el gobierno colombiano.
Hay que suponer que tanto el ex presidente Kirchner como su esposa, la presidenta Cristina de Kirchner, saben muy bien que las FARC son una organización de características mafiosas que se dedica mayormente a actividades criminales como el narcotráfico, el secuestro y el robo. Puede que haya comenzado como un movimiento guerrillero de inspiración leninista, pero desde hace décadas sus pretensiones revolucionarias suenan huecas ya que encarna las lacras más lamentables de la sociedad capitalista contra la cual sus líderes dicen estar luchando. Así las cosas, a Kirchner le hubiera convenido pensar dos veces antes de prestarse a la maniobra ideada por Chávez con el propósito de poner en apuros al presidente colombiano, pero parecería que está tan persuadido de que el gobierno norteamericano está aprovechando el escándalo de la valija para alejarlo del venezolano que se siente constreñido a mostrar que nada podrá separarlos.
El drama de los rehenes capturados por las FARC que viven en la selva en condiciones atroces ha llegado a conmocionar a buena parte del mundo merced a la difusión de imágenes de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt que, de resultas de la extrema crueldad de los secuestradores, es apenas una sombra de la mujer que era, y puede entenderse que sus familiares, lo mismo que aquellos de los otros 700 o más cautivos, quieran que sea liberada pronto aun cuando ello signifique hacer concesiones importantes a los secuestradores. Sin embargo, Uribe -y en otras circunstancias los integrantes de nuestro gobierno- son conscientes de que pactar con secuestradores es peligroso: les da motivos para continuar capturando rehenes porque hacerlo ya les ha resultado provechoso. Es lógico, pues, que Uribe se resista a brindar la impresión de estar dispuesto a intercambiar "prisioneros de guerra", o sea liberar a asesinos cebados a cambio de hombres, mujeres y niños inocentes. A lo sumo, podría aceptar amnistiar a los integrantes de las FARC a cambio no sólo de la liberación inmediata de todos los rehenes sino también del desmantelamiento total y definitivo de su organización, pero lo que no puede hacer es tomarlos por interlocutores válidos como si se trataran de miembros de un movimiento político respetable.
Culpar a Uribe por los delitos perpetrados por las FARC es irracional, pero muchos, encabezados por Chávez, parecen creer que si no fuera por la supuesta intransigencia derechista y la buena relación con Estados Unidos del presidente colombiano los narcoguerrilleros no vacilarían en abandonar las armas. Se trata a lo mejor de una ilusión, a lo peor de una manifestación de simpatía por sujetos brutales que durante décadas han sembrado muerte y miseria en Colombia y que plantean una amenaza a todos los demás países de la región. Pasar por alto este detalle por ambición política o por prejuicios ideológicos es indigno de quienes se afirman comprometidos con los valores democráticos, razón por la que es de esperar que Kirchner aclare cuanto antes que su participación en el show montado por Chávez se debió sólo a sus sentimientos humanitarios puesto que no comparte las opiniones de su amigo venezolano.