Lunes 31 de Diciembre de 2007 Edicion impresa pag. 16 y 17 > Opinion
¿Acedias ciudadanas?
lgunas cartas magnas prescriben que la comunidad se funda en la solidaridad y que las organizaciones de carácter económico, profesional, ambiental, gremial, social y cultural disponen de todas las facilidades para su creación y el desenvolvimiento de sus actividades.

Se asegura ahí que sus miembros gozan de la más amplia libertad de palabra, opinión y crítica, del irrestricto derecho de peticionar a las autoridades y de recibir respuesta a las mismas, prescribiéndose que sus estructuras internas deben ser democráticas y pluralistas y la principal exigencia: "el cumplimiento de los deberes de solidaridad social".

Ante semejantes propósitos contenidos en tan bella y suprema declamación, la realidad de una aculturación individualista, el flagelo de una ausencia pronunciada de participación y mucho menos de cualquier compromiso ciudadano cabal, el apabullamiento vacuo de espacios audiovisuales con inusitada influencia y determinación son, entre los más preponderantes, las primeras manifestaciones de acedia, en cuanto tal.

Fatalmente, en todos los órdenes y aspectos de la vida, "el interés es la medida de la acción".

No obstante, los segmentos medios satisfechos tienen -junto con los altos- una mayor responsabilidad social y humanitaria no sólo en relación con los más desfavorecidos y excluidos del sistema, sino con la creciente irresponsabilidad social empresaria y sindical.

Pero, ¿cómo desplegar una elemental solidaridad social..., cómo cuando no participamos de nuestras comunidades educativas, de nuestras obligaciones legales, tributarias, cívicas, políticas, sociales y ambientales; cuando ni siquiera asistimos a las reuniones de consorcios de edificios donde somos propietarios de una o más unidades en departamentos?

En la cuestión "acedia", una de las debilidades más fuertes es la del temple humano. Consiste, básicamente, en un rechazo implícito que el hombre hace a "la cosa pública" al no participar, al no abonar sus impuestos, al no cumplir con sus deberes, con su palabra, con su firma, con una ordenanza municipal, una orden judicial, una resolución, un decreto o una ley, demostrando falta de interés en lo comunitario y resistencia al bien común con gestos propios de supremo "minimalismo".

Si bien no es de esperar súbitamente la energía de un miura -de pura sangre española sin ruedo que le tolere- ni la de un león rampante en nuestra sociedad civil, deberíamos convencernos de que otra Argentina vale la pena y que sólo será

posible participando, transparentando las licitaciones, dando lo suyo a cada uno, espacio a la idoneidad y promoviendo simultáneamente a los sectores aún vulnerables de nuestra sociedad desde la sobriedad, porque es hermoso un ascetismo de "regalos" que simplemente es expresión de la carencia de fantasías y ferias de vanidades, y son admirables las amables declinaciones de meras 'cocardas' para zafar del apotegma de Borges: "Figuración o muerte".

Así, pues, deberíamos considerar otras formas complementarias no estatales de organización del gobierno, mediante asociaciones no gubernamentales (ongs), entendiendo a las mismas como la voluntaria asociación de ciudadanos con necesidades, intereses y anhelos unívocos, comunes, afines y/o complementarios, reunidos sin fines de lucro en personas jurídicas privadas heterogéneas, vinculadas civilmente con la organización y funcionamiento de la sociedad de base, realizando obras y acciones según criterios de interés general y parámetros constitucionales, autónoma, independiente y autárquicamente.

También parece una clave la que puede identificarse en la orfandad comunicacional ciudadana actual. En efecto, la escasa o nula comunicación entre padres e hijos, entre padres y maestros, entre éstos y sus alumnos, entre vecinos, entre funcionarios y legisladores con ciudadanos; recurrentes desencuentros vg., entre médico y paciente, entre abogado y cliente; ausencia de resistencia pacífica ante súbitos cortes de energía no-programados, ante cortes de calles, rutas y avenidas, etc. todo lo cual, sumado a las evidentes dificultades para acceder a la información pública, conforman un costo ciudadano inconmensurable debido en gran medida a raíz de resignar o trocar la insustituible e indelegable comunicación humana por otra, tecnológica, en una atroz barbaridad posmoderna.

Sacudamos entonces vacilaciones, titubeos, incoherencias e inconsistencias de nuestras sociedades civiles intensificando y articulando las energías, necesidades, intereses, anhelos y el dinamismo de toda su densidad, relanzándola por el camino de la solidaridad social, de los principios y valores tradicionales, sumamente respetados y defendidos, evocando y reproduciendo las mejores conductas de nuestros próceres, de nuestros mayores, los padres de la Patria.

Encontremos formas y resortes acicateantes para recuperar todo el énfasis y denuedo ciudadano en lo social, en lo político, en lo económico, en lo ambiental y cultural, forjando y fortaleciendo nuestras comunidades, cerrando de una vez el inventario de lo trunco, redescubriendo la joya de la libertad, acreditando la mayoría de edad de nuestra democracia e impidiendo su decrepitud.

Que el amanecer de este 2008 nos saque del actual estado de apatía y amodorramiento, de lo más ruinoso de nuestras "seudo-neutralidades" y "fugas éticas", permitiéndonos -ojalá- poder de este modo cortar las cintas e inaugurar la construcción de un largo camino de reversión de todo atisbo de acedia.

Que este 2008 encolumne todas las vértebras civiles, sociales, naturales, políticas y económicas en sólido equilibrio y única dirección para redistribuir, fecundar e incentivar civilidad, una que cobre compromiso, dinamismo y protagonismo insustituibles e indelegables, sin retacear alegría y entusiasmo al retrato nacional en el marco precioso del bien común.

Que este 2008 recupere la fraternidad y la amistad social, objetivos olvidados en la histórica trilogía de la gesta reivindicatoria francesa, rearticulando humanamente elementales equidades intergeneracionales, restando egoístas discrepancias sectoriales, sumando y multiplicando afinidades solidarias, sin retractaciones.

De lo contrario, si hemos de persistir estoicamente en nuestros defectos y derrochar nuestra eficacia, ya no cuestionemos lo que finalmente elegimos -y nos merecemos-, por acción, omisión o desaprensión.

 

ROBERTO BERTOSSI (*)

Especial para "Río Negro"

 

(*) Docente e investigador de la Universidad Nacional de Córdoba.

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