Hay personas ordenadas y previsoras. Otras, se manejan mejor en cuadros caóticos y sacan provecho de las relaciones intrincadas en que se mueven las sociedades. Como la Argentina tiene todavía mucho más barbarie que civilización, en contra de la prédica de Domingo Faustino Sarmiento, los actuales gobernantes pueden englobarse en la segunda categoría, ayudados por el impresionante ascenso económico del último quinquenio y la sensación de que no es la cosecha de mujeres sino el consumo lo que nunca se acaba. Era ésta, según Néstor Kirchner, la transición más normal de la historia. Y de alguna manera lo hubiese sido si a las pocas horas de asumir Cristina Fernández, con discursos que abrieron expectativa en la oposición, no estallaba el escándalo con los Estados Unidos, por el episodio de corrupción nunca aclarado de Antonini Wilson. Este ciudadano venezolano-norteamericano quiso introducir a escondidas en el país, en agosto pasado, tras viajar en un avión privado alquilado por una empresa estatal (Enarsa), una valija con casi 800.000 dólares. El dinero le fue incautado por las autoridades aduaneras, lo que no le impidió quedarse tres días en Buenos Aires, ir a un festejo en la Casa Rosada mientras participaban de la firma de un convenio energético los presidentes Kirchner y Hugo Chávez, y luego partir muy campante, primero hacia Montevideo y luego a Miami, su lugar de residencia habitual y donde ahora se ventila un juicio contra agentes secretos de la República Bolivariana.
La necesidad tiene cara de hereje. Kirchner, guardaespaldas en esta etapa, debió salir a proteger a Cristina, y pegar a algunos "halcones" republicanos, como el ex subsecretario para América Latina, Roger Noriega. "Que traigan al prófugo", fue el reclamo que hizo desde tribunas sindicales y municipales, a lo que la principal dirigente del arco opuesto al gobierno, Elisa Carrió, le contestó que en este caso no existe "conspiración" del "imperialismo yanqui" (teoría avalada por el Congreso con mayoría kirchnerista) porque "a Wilson lo fugaron de la Argentina" (sic).
Por si fuera poco, y a pesar de que había dicho que no había escalado a la primera magistratura para dirimir una interna gremial, los popes sindicales tironearon a la presidenta de mala manera. Hugo Moyano, titular de la CGT con mandato a plazo fijo, le advirtió que se pasaría "a la vereda de enfrente" si se afectaban los intereses de los trabajadores.
"¿Qué dijo ahora?, preguntó sonriendo Kirchner, quien en este caso actuó de contemporizador y puso en caja al camionero con una intrigante palmada por ahora amistosa que tuvo un efecto disciplinante.
Pero luego Cristina se subió a un palco en Mar del Plata, con Gerardo Martínez, uno de los que le disputa el liderazgo a Moyano. También el dirigente de la construcción apeló al método del "apriete" para demostrar su capacidad para movilizar obreros con cascos. Los trastornos lo sufrieron los automovilistas porteños, hartos de tantos piquetes irracionales.
"Los fines de año nos pasa de todo ¿recuerda el 28 de diciembre del 2006? Sufrimos con el secuestro de Luis Gerez", el albañil denunciante del hoy preso ex comisario Luis Patti, cuya desaparición llevó al entonces presidente Kirchner a hablar por la cadena nacional de radio y televisión.
"Acá hay muchos intereses en juego. Los muchachos quisieron ver la reacción de la presidenta y Cristina respondió con una postura muy firme", se señaló a "Río Negro" en la Casa Rosada.
El tema sindical, con aristas violentas, será abordado por Kirchner. En el pleito tercian los representantes de la CTA, a los que a pesar de sus coqueteos con el gobierno, se les niega la personería jurídica. No hay iniciativas frescas para reformular la ley de gremios y los peronistas se manejan siempre mejor con los tradicionales, muchos millonarios en la actualidad.
"Hicimos un Congreso impecable y estamos ayudando. Nos deberían dar una mano", planteó el titular de la CTA, Hugo Yasky, cuando se topó con un ministro, en presencia de Carlos Heller.
"En la CTA -replicó el funcionario K- tendría que haber menos trotskos y más Yaskys".
¿Cómo evolucionará la pulseada con EE. UU.?
A pesar de tantas evidencias oscuras, Kirchner motorizó el embate contra los "gusanos" estadounidenses, convencido con encuestas en la mano que a la gente no la conmueve las denuncias mediáticas sobre "dinero negro" y que, por el contrario, anida un sentimiento antinorteamericano.
"Cristina se plantó bien. Pasó la prueba. Esperamos que el sector no derechoso del Departamento de Estado recapacite y haga un gesto amistoso. Nosotros queremos esclarecer el episodio Antonini Wilson". La manifestación de un vocero oficial se conoció luego de la protesta del canciller Jorge Taiana ante el embajador Anthony Wayne - "al que se le cortó las alas"- y la reunión de éste último con Héctor Timerman, nominado para ser el representante argentino en Washington en reemplazo de José Octavio Bordón.
Más allá del quid de la cuestión -¿quién invitó a Wilson?, ¿para quién era el dinero ilegal? ¿por qué se fue tan tranquilo?), en la Rosada especulan de esta manera sobre el desarrollo judicial en USA: 1) le avisaron a Cristina que no debe comportarse como su marido Néstor; 2) trataron de bloquear a Hugo Chávez y poner un freno a la relación estratégica entre Argentina y Venezuela y 3) Miami es un centro "anticastrista", donde los fiscales suelen buscar protagonismo para luego hacer carrera política.
Argentina insistirá en el pedido de extradición de Wilson, algo que a esta altura de las circunstancias difícilmente se concrete. Pero también tendrá que dar una explicación. Con los gritos sólo no basta. En medio del desbarajuste de las fiestas navideñas, dos buenas noticias: hubo un acercamiento lógico entre Cristina y Tabaré Vázquez en Uruguay, encapsulado el problema por la pastera Botnia en la Corte Internacional de La Haya. Y se reanudó el diálogo con el Episcopado. El cardenal Jorge Bergoglio, al que Kirchner no podía ver ni en figuritas, le entregó una medalla de la Virgen a Cristina: servirá -auguró- para desatar los nudos que seguramente tendrá durante su mandato.
ARNALDO PAGANETTI
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