Miércoles 26 de Diciembre de 2007 Edicion impresa pag. 30 y 31 > Sociedad
Siempre hay que extremar la prudencia al tomar baños de sol

El verano llegó. Y con él, la tentación de disfrutar del sol. Fuente de energía por excelencia, el astro rey nos otorga una sensación de bienestar y buen humor. Además, estimula la síntesis de vitamina D, imprescindible para la formación de huesos y dientes. En dosis apropiadas, también nos brinda ese tono tan deseado. Pero no hay que excederse. El bronceado es la contrapartida de una hiperactividad de los melanocitos -células que producen melanina, el pigmento que le otorga el color a la piel- que se da como respuesta a la estimulación causada por los rayos solares. Por eso, cuando la exposición al sol es prolongada, se corre el riesgo de sufrir enrojecimiento, de dar origen a una reacción alérgica, de que se produzcan manchas o ampollas o de que aumenten las pecas.

Hay que saber además que, a largo plazo, las radiaciones producen envejecimiento, "porque degradan las fibras de colágeno, elastina y los fibroblastos , generadores de células formadoras de tejido fibroso", sostiene la doctora Claudia Albanese, miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología. Y como el daño es acumulativo, muchos especialistas opinan que lo ideal es tomar sol día por medio para dejar que la piel descanse.

En la Argentina, con el agujero de ozono tan cercano, los dermatólogos recomiendan no tomar sol entre las 11 y las 15 y colocarse pantalla con factor de protección solar mayor a 15, resistente al agua, a la transpiración y al roce, 30 minutos antes de cada exposición.

Aconsejan repetir la aplicación después de cada baño de agua o cada dos o tres horas. Hay que cubrir con énfasis las zonas delicadas como el cuello, las orejas y los empeines de los pies. Asimismo, aconsejan el uso del lápiz protector, especialmente indicado para prevenir el resquebrajamiento de los labios.

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