Miércoles 26 de Diciembre de 2007 Edicion impresa pag. 38 > Deportes
OPINION: Sólo falta Al Capone

Se va el 2007 con un nuevo actor definitivamente incorporado al escenario del deporte. Décadas atrás, el poder parecía en manos de dos ancianos dictadores: Joao Havelange en la FIFA y Juan Antonio Samaranch en el Comité Olímpico Internacional (COI). Tenían cara y gesto de dictador. Y no se preocupaban por ello. Una vez, Havelange se enojó con un periodista porque había ido a entrevistarlo sin corbata. "Un hombre sin corbata, es un hombre desnudo", atacó al periodista. De Samaranch aún hoy circulan fotos con su brazo derecho erguido, realizando el saludo fascista como funcionario del dictador Francisco Franco.

Ellos, en realidad, eran sostenidos por una misma multinacional. Adidas, las tres tiras que eran sinónimo de poder en el deporte. Y de su mano, llegaron los acuerdos con Coca Cola, la NBC y las grandes corporaciones que a cambio de dinero comenzaron a exigir y lograr modificaciones en los reglamentos del deporte.

"Cállense y jueguen", dijo Havelange a Diego Maradona y Jorge Valdano cuando estos criticaron el impiadoso horario de mediodía fijado para los partidos del Mundial de México 86. Samaranch abrió el deporte olímpico a los profesionales, para felicidad de Adidas y de la tevé.

Sus sucesores no tienen el mismo talante. Las grandes corporaciones ganaron así espacio y avanzaron más sobre el escenario deportivo. Las Federaciones deportivas pasaron a ser filiales de la tevé, los atletas quedaron en manos de los agentes y la voracidad por ganar fortaleció el rol de los 'Doctores Cureta', los especialistas del doping que ha destrozado una de las principales herramientas del deporte: su credibilidad.

Pero el 2007 abrió definitivamente las puertas a un nuevo poder. Dineros de origen dudoso, ante todo de países del Este, vinculados en algunos casos con el submundo de las apuestas ilegales, lo que conforma un coctel que ya ha hecho mella en el fútbol, pero también en el tenis y en la NBA.

Las apuestas existen desde hace tiempo. Y los dineros pasados no llegaban de Disneylandia. Es más, Milan, en la actualidad el equipo más poderoso del mundo, reciente campeón Mundial de Clubes, creció gracias a dineros que aún hoy están bajo investigación de la justicia italiana y, como lo reflejó un libro que investigó a Silvio Berlusconi, de nombre lapidario: El Olor del Dinero.

Pero la situación hoy es otra. Ya no se trata sólo de Roman Abramovich, el millonario ruso patrón del Chelsea inglés. En ese fútbol ya todo vale.

"Sólo falta que llegue Al Capone", ironizó un periodista. Allí llegó Carlitos Tevez, de la mano del MSI, uno de los tantos fondos de inversión que también aterrizaron en el fútbol, tentados por sus zonas grises y agujeros reglamentarios. Son estos nuevos dineros los representantes del poder más reciente. Las viejas estructuras, los ancianos tiburones, tiemblan porque esos dineros responden a otros intereses. No han nacido dentro del deporte. Y el deporte no les interesa. Pero amenazan con apoderarse del centro de la escena.

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

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