Puede que para el ex presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina de Kirchner sea lógico que el comprador designado de acciones de la sucursal de Repsol haya sido un amigo de la familia, pero para otros se trata de una anomalía. A juicio de la jefa de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, "Eskenazi es Kirchner", de suerte que "hay que investigar el origen de todos los fondos del grupo Eskenazi para la venta de Repsol vinculados al ex presidente Kirchner. Esto es un escándalo nacional e internacional". Muchos políticos opositores comparten su opinión. Sospechan que la "argentinización" parcial supuesta por la participación de Eskenazi en el negocio petrolero tiene que ver con la voluntad de los Kirchner de aumentar su poder impulsando la construcción de un imperio empresario manejado por personas que deben su buena fortuna a sus relaciones políticas, es decir, que será cuestión de una versión local de la "boliburguesía" venezolana que ha surgido gracias a los buenos oficios del presidente Hugo Chávez.

En los países desarrollados, tiene mala prensa el capitalismo de los amigos caracterizado por el enriquecimiento de los favorecidos por el poder político de turno. Las razones son muchas. Además de prestarse a la corrupción, significa que se toma una proporción importante de las decisiones económicas en base a criterios que no tienen nada que ver con la eficacia o el eventual aporte a la sociedad en su conjunto de los distintos empresarios sino con la propensión de los gobernantes a colmar de privilegios a quienes en efecto son sus socios. Éstos, los expertos en "mercados regulados", entienden muy bien que sus perspectivas dependen menos de la competitividad objetiva de sus empresas que de su capacidad para influir a los políticos. Tal actitud es comprensible: ¿por qué esforzarse para producir más y mejor o reducir costos cuando uno puede conseguir muchísimo más a través de una nueva devaluación, un cambio del régimen impositivo o un contrato hecho a su medida?

Por motivos que podrían calificarse de ideológicos, los Kirchner han dejado saber que les gustaría ver surgir una "burguesía nacional", o sea, un empresariado de espíritu patriótico que contara con los recursos necesarios para revertir la creciente extranjerización de la economía del país. En principio, tal aspiración es legítima, pero en la práctica significa privilegiar a una cofradía de empresarios cortesanos estrechamente vinculados al mundillo político. Si bien los empresarios de este tipo pueden encontrarse en todos los países del mundo, incluyendo a los más dinámicos, en nuestro país y en el resto de América Latina siempre han poseído mucho más poder que en América del Norte, Europa occidental y el Japón, con el resultado de que la región es a un tiempo la más desigual de todas y entre las más atrasadas en términos económicos, ya que cuando el éxito empresario depende de la amistad de políticos sólo se ve beneficiada una minoría afortunada, una que, huelga decirlo, no tiene por qué adaptarse a los cambios constantes que experimentan los mercados internacionales no regulados.