Lunes 24 de Diciembre de 2007 Edicion impresa pag. 36 > Cultura y Espectaculos
EN CLAVE DE Y: Covunco

Hace pocos días, el cuartel de Covunco fue declarado Monumento Histórico Nacional. La particularidad reside en que es el único con ese carácter para un regimiento en actividad, dado que cuando llegan tales honras a muchos edificios, sus ocupantes ya han pasado a la historia.

En cierto modo, es así. Por lo menos algunos ocupantes, como el primer médico militar, capitán Julio Dante Salto, y su esposa, Margarita Segovia. Ellos recalaron en el entonces ignoto, desolado interior neuquino, junto con sus tres primeros hijos: Julio Alberto ("Beby"), María Emilia ("Beba") y José Luis ("Dante" o "Flaco"). Y de esa estadía de dos años salieron hacia el Alto Valle de Río Negro y Neuquén con el cuarto: Julio Fernando ("Chato" por razones de orden geográfico-telúrico). Es pertinente aclarar que Salto quería ser médico y acogiéndose a la legislación de la época, completó su carrera sin interrupciones a condición de que luego la ejerciera en el Ejército.

Sí, mi querido amigo, mi estimada amiga: lo estoy ubicando en el inicio de mi familia en la Patagonia. Llegamos al cuartel de Covunco en 1948, castigados por el gobierno peronista con un destino para exiliados rebeldes -mi padre era radical y se negó a cambiar su filiación política. Ni su amistad con Eva Perón lo salvó-. La historia es muy curiosa, porque años después, la que suscribe y otros Saltitos abrazamos el peronismo... y no lo hemos soltado.

Contaba mi mamá que el doctor encontró el consultorio cerrado y nadie tenía la llave, de modo que con un rasgo que será paradigma de su vida, pateó la puerta y entró. Se encontró con cajas y cajas de instrumental alemán de primer nivel. Así que atendía a la tropa y a todo el paisanaje ("chatos") de la zona, con un baqueano de lujo, integrante de la banda militar: don Marcelo Berbel.

Usted no encontrará, entre los fundamentos de la ley aprobada por unanimidad en el Congreso Nacional, ni estas vivencias ni las mías, puesto que de Covunco son mis primeros recuerdos. Si se llega por ahí, se encontrará en el excelente museo con una placa dedicada a mi padre y fotos familiares, donde esa nenita de rulos soy yo y se vislumbra el primer arbolito de Navidad de los Salto-Segovia en la zona. Quizás mi remembranza más nítida es verme rodeada de nieve en un estado de absoluta felicidad, y el hecho es que a los dos años trasgredí la orden de no salir de casa y tomé el camino a Zapala... me encontraron medio congelada pero con una alegría que hasta el día de hoy me embarga cuando veo la nieve.

Salimos de Covunco, trasladado el capitán médico al valle con el grado de mayor, y aunque ejercía su profesión en las dos provincias, alquiló una casa en Cipolletti. Allí reanuda su vida política que culmina en el Cipolletazo, que lo tuvo de protagonista, y falleció poco después.

¿Qué más le puedo contar? Mucho, mucho. Pero comparta conmigo la estupenda síntesis poética que el mayor de sus hijos, Julio Alberto ("Beby") plasmó de esta manera:

"Piedra y desierto. Un bosque a la distancia. / La bruma es un montón de lana líquida / por la que sólo se filtra la fragancia de una flor solitaria. / Y viento fresco. / A lo lejos, la niebla desvanece y va cobrando forma una muralla: /es el cuartel Covunco que aparece. / El hombre frenó el auto, lentamente. / Su mujer, el niño entre sus brazos, dos más atrás y el páramo en el frente. / Aquí estamos, pensó el médico y obligado oficial. / Ya desafiante, puso primera y desterró memorias, / porque de aquel destino desolado / cambió su vida y se metió en la Historia".

 

MARÍA EMILIA SALTO

bebasalto@hotmail.com

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