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Reinserción postergada |
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Antes de instalarse en la Casa Rosada como presidenta de la República y también en su mensaje a la Asamblea Legislativa, Cristina de Kirchner dio a entender que entre sus prioridades estaría la "inserción" de la Argentina en el mundo luego del período de aislamiento que siguió al desmoronamiento de la convertibilidad. Sus motivos por querer reubicar el país en el tablero internacional eran más prácticos que ideológicos. Si bien se prevé que la economía siga expandiéndose con vigor en el 2008, a menos que pronto lleguen inversiones cuantiosas los tres años restantes de su gestión podrían ver una desaceleración repentina que le ocasionaría muchos problemas políticos. Sin embargo, aunque su gestión apenas ha comenzado, su reacción impulsiva y emotiva frente a los dichos formulados por un venezolano en Estados Unidos -los que tomó por una manifestación hostil de parte del gobierno de aquel país- hace pensar que, si la Argentina se "reinsertara" en el orden internacional, lo haría al lado de la Venezuela de Hugo Chávez, o sea en un lugar que con toda seguridad no estaba en los planes de Cristina cuando se preparaba para suceder a su marido. Ahora tendrá que optar entre intensificar la relación con un mandatario imprevisible e intentar minimizar las consecuencias de su decisión de hacer alarde de sus sentimientos antinorteamericanos. Por fortuna, a pesar de la retórica nada amistosa de Cristina los funcionarios de la superpotencia no parecen tener demasiado interés en enfrentarse con ella, de suerte que debería serle relativamente fácil efectuar una reconciliación. Le convendría hacerlo por razones económicas. Es verdad que el gobierno del presidente George W. Bush, decidido como estaba a diferenciarse de aquel de su antecesor Bill Clinton que organizó el rescate de México cuando se precipitaba en una crisis económica peligrosa, no hizo nada para impedir el derrumbe económico del 2001 y el 2002. Con todo, motivado por el escaso respeto que sentía por el FMI y por el mundillo financiero, en los años siguientes asumió una postura mucho menos dura hacia nuestro país que la de los europeos y japoneses. En las negociaciones con los acreedores, los norteamericanos se opusieron a quienes insistieron en la importancia de que la Argentina se viera obligada a acatar todas las reglas por temor a que otros países eligieran tratar de emularla. De no haber sido por la actitud bastante comprensiva de Estados Unidos, las secuelas del default hubieran sido aún más graves de lo que resultaron ser. Para destrabar las inversiones productivas que Cristina querrá ver llegar durante su cuatrienio en el poder, será necesario que el gobierno alcance un acuerdo con el Club de París. También lo será reabrir el canje, mal que les pese tanto a Cristina como al ministro de Economía, Martín Lousteau, el que hace poco afirmó que no tiene la más mínima intención de hacerlo. Otro obstáculo en el camino de un arreglo satisfactorio es el FMI. Según las reglas del Club de París, los países acreedores no pueden hacer concesiones a un deudor sin que su política económica cuente con el visto bueno de la multilateral, que también ha de estar a cargo de juzgar si es viable el eventual plan de pagos que se presente. Pero sucede que desde que los Kirchner están en el poder el Fondo encabeza la lista de enemigos mortales del país, razón por la que les parece intolerable la mera idea de soportar la presencia de sus "inspectores". En vista de la voluntad de Cristina de no parecer dispuesta a modificar el rumbo fijado por su marido, la intransigencia del gobierno tiene su lógica, pero esto no quiere decir que no acarree costos económicos. Mientras no se haya resuelto el problema de la deuda pública que sigue siendo muy alta, la Argentina no tendrá acceso a los mercados financieros internacionales y por lo tanto se verá constreñida a depender de la "amistad" interesada de Chávez. Puede que en su fuero interior la presidenta y el ex presidente aprecien mucho al venezolano y sean reacios a brindar la impresión de desear distanciarse de él, sobre todo si a su entender hacerlo significara ceder a las presiones norteamericanas, pero así y todo debería serles evidente que serían grandes los costos y escasos los beneficios de sacrificar la "inserción" del país a su relación personal con un dirigente tan polémico. |
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