Los gobiernos de izquierda en América Latina están buscando su camino entre el pragmatismo y el populismo. Mientras que la Cuba comunista comienza el nuevo año en medio de la incertidumbre sobre su rumbo futuro, varios gobiernos latinoamericanos están dispuestos a seguir su camino en el siglo XXI bajo la bandera de la revolución cubana.Los cubanos votarán el 20 de enero una nueva Asamblea Nacional Popular, la que a su vez elegirá el nuevo gobierno. Esos comicios podrían poner fin al período de transición y de traspaso del poder por parte de Fidel Castro a sus pupilos, inaugurando una nueva era en la isla. Muchos cubanos esperan, sobre todo, que las puertas se abran un poco hacia una economía de mercado.
En América del Sur continúa la tendencia hacia la izquierda iniciada hace algunos años. Políticos izquierdistas como Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador conquistaron el poder enarbolando una bandera con la imagen de Fidel Castro. El hijo político de Fidel, el presidente venezolano Hugo Chávez, es quien arremete con mayor vehemencia y teatralidad contra Estados Unidos, los "imperialistas" y su orden económico neoliberal.
En realidad, sin embargo, el subcontinente está viviendo un auge económico y la mayoría de los gobiernos siguen una política muy pragmática, bastante alejada del modelo cubano.
Quien se enfrenta con una retórica excesiva a los países económicamente importantes queda rápidamente aislado, como experimentó en carne propia Hugo Chávez durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en noviembre en Santiago de Chile. Chávez trató de despertar el entusiasmo de sus homólogos por sus aventuras revolucionarias en el subcontinente con sus 200 millones de pobres. En lugar de ello, el presidente venezolano sólo logró que la reunión se dividiera entre adversarios y partidarios de su política.
Incluso Cuba, Bolivia y Ecuador consideraban poco apropiados, al momento de celebrarse la cumbre, los ataques que Chávez lanzó contra España. El rey Juan Carlos de España, quien también asistió a la reunión, se enfureció a tal grado que le espetó a Chávez las ya legendarias palabras "¿Por qué no te callas?".
Sin embargo, el arrebato del rey no provocó un grito colectivo de indignación en los países que durante varios siglos fueron colonias de España. El sandinista Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, fue el único que, con cierta impotencia, salió en defensa de Chávez. También Fidel Castro levantó su voz a favor de Chávez desde su cuarto en el hospital donde está internado desde finales de julio de 2006. Sin embargo, uno de sus discípulos, el vicepresidente cubano Carlos Lage, adoptó un tono claramente más prudente al comentar que "ésta no es una discusión artificial sino la expresión de las contradicciones que existen en la región".
Una región en la que actualmente la mayoría de los gobiernos están situados en la izquierda o en la centroizquierda. Sin embargo, llamó la atención la actitud reservada adoptada por Correa, Morales y los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de Chile, Michelle Bachelet, y de Argentina, Néstor Kirchner, que son considerados como representantes de la nueva izquierda en América Latina. Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, incluso dijo un día después del escándalo de la Cumbre que las relaciones de su país con España son "excelentes".
En realidad, mucho de lo que en América Latina se califica de "izquierda" se acerca más a contenidos políticos socialdemócratas. El fortalecimiento del Estado como factor ordenador, la eliminación de privatizaciones no beneficiosas y la consolidación de los sistemas sociales están influenciados mucho más por modelos europeos que la oleada de privatizaciones, muchas veces malogradas, que Estados Unidos logró imponer en América Latina en la década de los 90.
Fidel Castro y su valedor petrolero venezolano están muy alejados de esas estrategias políticas socialdemócratas. Chávez tiene mucho dinero, que utiliza no sólo para financiar programas sociales en su propio país sino también para pagar bases militares y compras de armamento en Bolivia, apoyar sindicatos izquierdistas en Argentina, financiar las campañas electorales de amigos políticos y muchas cosas más.
Incluso en Estados Unidos, el país de su enemigo jurado George W. Bush, unas 400.000 familias pobres reciben a bajos precios combustible venezolano para calefacción. Chávez no necesita preguntarle a nadie si quiere su ayuda. La oposición en Venezuela, sin embargo, denuncia que el presidente despilfarra los ingresos provenientes del petróleo para defender sus propios intereses y exportar la revolución bolivariana. De esta manera, critica la oposición, Venezuela está perdiendo una oportunidad histórica para modernizarse.
Es evidente que a los gobiernos de izquierda pragmáticos les parece demasiado grande el peligro de, algún día, caer al abismo junto con Chávez. Y en Cuba esa política determinada por utopías y arbitrariedades recuerda cada vez más los tiempos de la Unión Soviética, infinitamente más poderosa que Venezuela, que al hundirse sumió en una grave crisis a la isla comunista del Caribe.
EMILIO RAPPOLD, JAN RONNEBURGER Y FRANZ SMETS
DPA