Cuando se descubrió su primer doping, en enero de 1995, Josh Pittman reconoció el error públicamente: "consumí porque estaba depresivo". Esta vez se lo admitió en la intimidad al cuerpo técnico y médico de Libertad, por eso el club ni pidió la contraprueba. El martes a la noche, el Tribunal de Disciplina lo suspendió por tres años.
En Atenas, Josh recibió una pena de tres meses, pero ahora la historia fue muy diferente y no podrá jugar en ninguna liga del mundo. A los 31, ya se puede hablar de retiro.
La sanción, la mayor de la historia, ya fue notificada a la Comisión Nacional de Antidoping, que la elevará a la WADA, el organismo que rige los controles en el mundo.
Diego Grippo, médico encargado del antidoping, comentó que "nadie puede asegurar que la marihuana mejora el rendimiento de un jugador. No te hace saltar más o meter más triples, pero en los signos y síntomas de esta droga está el tema de la sedación. En mi libro escribí que el 30 % de los jugadores entra a la cancha con miedo o nervios y si vos tomás esa droga podés estar más tranquilo. Y eso es una ventaja... Tal vez Pittman la necesita para estar en plenitud".
