La felicidad es un estado inestable y fugitivo.

El domingo pasado, Saiz gozó con la ceremonia de asunción pero, a las pocas horas, volvió a incomodarse con las demandas y exigencias del poder.

El oficialismo advierte cotidianamente esa dualidad. La oposición no lo sabe, pues sigue distraída en sus problemas.

La mayoría legislativa del Frente rápidamente se desvaneció, alentada por ese poder oficial que nunca es inocente. Su división "administrativa" en cuatro bancadas -como se preveía- se cimenta en razones políticas.

El fracaso puede plantearse de mil maneras, pero el justicialismo ya quedó en la soledad absoluta. Esa verdad se desnudó en Labor Parlamentaria, cuando el legislador Pedro Pesatti forzó votar para retener una representación del PJ en la Comisión de Transacciones, aquella que avala todos los acuerdos extrajudiciales del Estado. El oficialismo había propuesto al arriaguista Facundo López. Se votó y se conoció cuántos son de unos y de otros: orfandad para el justicialismo.

Aislado o no, ese inicio era previsible. Todos en el Frente avalaron el divorcio "administrativo". Lo hicieron desde los objetivos más mezquinos y consolidaron así la inestabilidad política. ¿Cuántas veces se juntaron los bloques del Frente para acordar una estrategia parlamentaria? Nunca. Sobraron, en cambio, las reuniones con el oficialismo.

La curiosa dispersión de criterios del Frente también se reflejará hoy en la elección municipal de San Antonio, donde presenta dos candidatos: el legislador Javier Iud por el PJ, mientras el arriaguismo apoya a Claudio Palomequez de Todos por Todos.

Pronto hay otro desafío mayor. "La señora dice que no se puede perder Bariloche", instruye el senador Miguel Pichetto. Así transmite internamente la pretensión de la presidenta Cristina Fernández. Ella advierte que ese comicio andino -que sería en mayo- será su primer test electoral de la gestión presidencial.

Pichetto quiere cumplir, pero aún no tiene la receta. Evalúa al intendente interino, el icarista Darío Barriga, e indagó a Silvina García Larraburu. La legisladora puso demasiados reparos pero no clausuró esa posibilidad. Falta conocer sondeos y, además, el interés real de la Rosada.

Sur no ofrece opciones y quiere la continuidad de Barriga. No entenderá de encuestas ajenas y, por eso, alentó la reconstrucción de canales con el gobernador. Al ex ministro Iván Lazzeri y al secretario González les fue encomendado restablecer viejos entendimientos. No será sencillo, pues el radicalismo tiene también su presente de desencuentros para resolver su candidato.

La marcha de la oposición sigue pareciéndose -cada vez más- a la de sectores autónomos. Las pujas del PJ no sorprenden, pero ahora irrumpió el arriaguismo con las suyas. Hace algunos días, Julio Arriaga transparentó las diferencias con el presidente de su bloque, Fabián Gatti. Aquél le imputó

deslealtad y recordó que López era su hombre para la conducción de esa bancada. Hubo reproches cruzados. Fueron testigos los legisladores que se fueron y los que llegaron. Puede exponerse como que nada ocurrió, pero de ese suceso emanarán otras derivaciones. Gestos o silencios del cipoleño Alberto Weretilneck también aportan a esta actualidad.

Saiz inauguró su segundo gobierno con dichos auspiciosos, empobrecidos por los hechos posteriores.

Utilizó su discurso para justificar su estilo "moderado y prudente" de gobierno. Otros dos ejes caracterizaron sus lineamientos: su percepción de un fuerte crecimiento y apogeo provincial y la promesa de apertura al diálogo para un pacto social.

Exageró los favores de la macroeconomía para Río Negro cuando concluyó en la inexistencia de crisis provincial.

"Yo no hablé de que no había crisis", se defendió. Es cierto que no lo pronunció literalmente, pero qué interpretar si afirmó que hay "quienes agitan el fantasma de la crisis e insisten obsesivamente en ella". Ni los suyos defendieron esa evaluación. "Sólo es declamativo", afirmó un ministro frente a otro miembro del gabinete.

También cuatro nuevos decretos -obviamente, con su firma- negarán su visión. Serán los que prorroguen las emergencias económica, sanitaria, salarial y educativa. Ninguna puede abandonarse aún. Salvo que se mantengan esos mecanismos excepcionales sólo para manejos administrativos y contrataciones directas.

Como siempre, Río Negro recurrirá al Estado nacional para cumplir con las urgencias de la deuda. La negociación se extenderá por meses y, mientras, operarán los descuentos por esas obligaciones sobre los recursos de la coparticipación. La Nación -posiblemente- envíe algún adelanto financiero. Pero la merma obligará a Hacienda al estricto manejo de los fondos disponibles. Por eso, el ministro Pablo Verani insistirá con otra norma especial: la unificación y la concentración de las cajas. Desde hace meses, el contador requiere ese decreto pero no ha logrado la firma de Saiz, a partir de las quejas de otros funcionarios. Es evidente la diferencia de percepción entre el gobernador y su ministro de la misma realidad provincial.

Una señal interesante aportó Saiz en la Legislatura: el compromiso del diálogo y la concertación con otros sectores. Habrá que esperar los acciones consecuentes.

Queda por ver si el diálogo propuesto será asumido por el mismo gobernador o, como ocurrió esta semana, la misión quedará a cargo del ministro José Luis Rodríguez. No es menor. La efectividad bien puede depender de su ejecutor. Los intendentes justicialistas probarán esta semana el mecanismo cuando insistan con los resultados y los plazos de implementación de la prometida coparticipación diaria.

Similares marchas erráticas cumplieron radicales y socios de la Concertación en un escenario de incertidumbre. Crujen intereses internos en cada reacomodamiento. No habrá mayores resoluciones mientras Saiz permanezca alejado del núcleo de cada conflicto. Permaneció hasta el miércoles en la Capital Federal y, luego, redujo al mínimo sus contactos gubernamentales.

En Buenos Aires, Saiz se reunió con otros mandatarios radicales K. Algunos -como el santiagueño Gerardo Zamora- ratificaron su autonomía y sus legisladores actuarán con igual independencia mientras no conozcan señales incluyentes de la presidenta. Cobos sigue ocupado en el destino laboral de los suyos. Saiz espera y gestiona poco en el gobierno central. Avanza la opción de Lazzeri hacia la cartera de Aníbal Fernández, que el ex ministro buscó construir y que Saiz no desalienta pero tampoco impulsa. Aquella incorporación se limitaría a una subsecretaría o al Consejo de Seguridad. Otros ofrecimientos llegaron y se tratarían de una dirección general en la Secretaría de Energía y otra en Viviendas.

El regreso de Saiz a Río Negro tiene el encanto y expectativa de los comienzos, pero también la sensación de desencanto y fatiga de la continuidad.