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La apuesta de Macri |
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Para extrañeza de quienes están habituados a tomar la política por una actividad bélica en que la prioridad siempre ha de consistir en derrotar a los enemigos, el flamante jefe de Gobierno - es decir, intendente- de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, inició informalmente su gestión el domingo afirmando que "no vengo a ser oposición de nadie". Aludía así a los kirchneristas que, ya antes de la campaña que culminó en la segunda vuelta electoral del 24 de junio en la que triunfó por una mayoría abultada, lo trataban como un "derechista" peligroso presuntamente resuelto a restaurar lo peor de los años noventa, cuando no del Proceso militar, y que bien podrían caer en la tentación de procurar obstaculizar su gestión privándolo de los recursos financieros y facultades que precisará. Macri entiende que no le convendría en absoluto prestarse a tal juego. Además de causarle dificultades innecesarias, intentar desempeñar ya el papel de líder principal de la oposición al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sería incompatible con su propia estrategia política que descansa en la convicción de que una gestión eficaz en la ciudad más importante del país le sería mucho más valiosa que anotarse puntos protagonizando conflictos y que, de todos modos, sería un error muy grave de su parte permitirse encasillar en una corriente ideológica determinada. Macri, pues, se ha propuesto ser un eventual rival de los Kirchner sin por eso aceptar asumir desde el vamos el rol de opositor en jefe, con la esperanza de que el gobierno nacional entienda la diferencia. Se trata de una apuesta arriesgada. Para el ex presidente Kirchner, provocar enfrentamientos con individuos y grupos hábilmente elegidos constituyó una forma muy eficiente de construir poder y no hay garantía alguna de que Cristina opte por abandonar el método así supuesto. Al igual que su marido, la presidenta se formó en una cultura política maniquea en que distinguir entre los buenos, como ellos mismos y quienes comparten sus ideas, y los malos que piensan de manera distinta, es un deber fundamental. Aunque haya madurado con el tiempo, la retórica que a veces emplea sugiere que no ha abandonado por completo su apego a las contundentes posturas setentistas. Mientras tanto, Macri tratará de mostrar que es un gerente muy capaz que está más interesado en solucionar o por lo menos atenuar los problemas concretos de sus conciudadanos. Si bien la Capital Federal es por un margen notable el distrito más rico del país, con un ingreso per cápita equiparable a aquel de algunas ciudades del Primer Mundo -salvando las distancias evidentes, la relación con el interior del país se asemeja a la de Hong Kong con el resto de China-, tiene su cuota de lacras. La inseguridad ciudadana encabeza la lista de preocupaciones de los porteños y según Macri es necesario que la jurisdicción que maneja cuente con una fuerza policial propia como prevé la Constitución de la Nación. Consciente de la importancia del tema, el gobierno nacional ha sido reacio a facilitar el traspaso y es de suponer que continuará obstruyéndolo por motivos netamente políticos. Por lo demás, para que su gestión sea considerada exitosa, Macri tendrá que encontrar soluciones para el transporte público, tomando en cuenta el que los porteños estén acostumbrados a que los colectivos sean más baratos que en otras partes del país, ordenar el tránsito que, gracias en buena medida al crecimiento económico, se ha hecho aún más caótico que antes, mejorar la infraestructura ya tan penosamente anticuada que se ve desbordada toda vez que llueve demasiado y, por supuesto, actualizar el sistema educativo. Como Macri mismo dijo en la ceremonia que se celebró el domingo pasado, "el desafío es enorme" y aun cuando resulte que el equipo que ha conformado se caracterice por la "excelencia, con alto profesionalismo y compromiso social" que le atribuye, tendrá que contar con mucha suerte si, como espera, su período como jefe de Gobierno de una gran ciudad que bien administrada podría recuperar su posición como la más importante de América Latina no tanto por sus dimensiones cuanto por su calidad de vida, le sirve -como con toda seguridad espera-, para acercarse a la meta de suceder a Cristina como el próximo presidente de la República. |
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