Mao Tse-tung inició su "Larga marcha" (1934) tratando de resolver las terribles iniquidades producto de una cultura feudal milenaria. Millones de chinos lo siguieron y se entusiasmaron con el mensaje de igualdad y progreso. Una vez instalado en el poder (1949), terror de por medio, sometió a la comunidad china a un sistema feudal con sueños milenarios, pero bajo el signo del Partido Comunista.Entre 1957 y 1960, Mao ordenó una ambiciosa campaña de masas denominada "Gran salto adelante", una política desarrollista que marcaba el distanciamiento entre el comunismo chino y el soviético. En realidad intentó apostar a la industria pesada, con lo cual el acero era el fin y la reconversión humana, el medio. Obligó a todos, especialmente a los agricultores, a mutar en trabajadores industriales, con lo cual abandonó la producción agraria y deforestó China alimentando calderas para fundir metales. Conclusión: la hambruna más espectacular de toda la historia china y una posterior crisis energética, para calefacción domiciliaria, sin precedentes.
Para remediar el fracaso viró hacia la "Revolución cultural" (1966-1976), instalando un régimen de negación del conocimiento por medio de grupos marginales (rebeldes), cuyos métodos consistían en perseguir a médicos, artistas, escritores, científicos prominentes, ingenieros y obreros especializados. De más está decir que ellos (los perseguidos) pertenecían todos al Partido Comunista y trabajaban incansablemente para mejorar la realidad. Un alumno cualquiera (con sólo pertenecer a la "Guardia roja") podía humillar a sus maestros y acusarlos de burgueses. Se niveló para abajo, se instaló el "odio de clases" y todos aquellos que habían desarrollado conocimiento se transformaron en parias sociales. Se llegó al extremo de prohibir flores, jardines, pastos y gorriones.
El presidente Mao murió (1976) a los 82 años. Él y su mujer Jiang Qing no conocían un pomo de economía. Tampoco advirtieron cómo funcionaba el mundo.
Apenas terminó el fundamentalismo, la realidad volvió a la fórmula V>P>C (valor mayor que el precio y éste, mayor que el costo). Deng Xiaoping, el sucesor de Mao, así lo entendió. Para ello sólo esperó que el pueblo rechazara a la Sra. Mao y su "Banda de los cuatro" y luego rearmó completamente la economía de China apelando a políticas pragmáticas y limitando el rol de la ideología al recuerdo emblemático del maoísmo. Sin embargo, una década de "ignorancia al poder" dejó efectos sociales insalvables: libertades individuales y derechos humanos absolutamente ausentes. Esta situación alimentó la quintaesencia salvaje del capitalismo, nunca imaginado por los ideólogos del marxismo. Tampoco por los teóricos de la escuela de Chicago.
Argentina y Neuquén tienen semejanzas; las mismas que hermanan a Kirchner con Sobisch. Porque, bajo el sol rústico, no aparecen cuestiones novedosas para imaginar. Entonces, el alegato de cambiar todo para que las cosas sigan igual no deja de ser narrativa dirigida a la tribuna. Para ellos, suficiente con presumir desde los tronos del poder. Eso sí: consentidos por el dislate irracional de los sótanos ideológicos; algunos de ellos dogmáticos, otros violentos y agresivos, todos pobres de espíritu, con carencias graves en materia de protagonismo, y -por si fuera poco- insolidarios. Un ícono absurdo, casi con categoría de apotegma, es el de las protestas y reclamos que tan sólo agreden a prójimos y desprotegidos. Para colmo, son intervenciones revolucionarias restringidas a la militancia callejera, porque la estratosfera del poder sigue habilitando los mismos
códigos hegemónicos de siempre. La política entreguista de los hidrocarburos argentinos, por ejemplo. Sin embargo, para beneplácito de quienes viven de la vocación política, gremial o marginal, Argentina malgasta de día mientras vuelve a crecer de noche.
El quini 6 interplanetario aterrizó en las pampas criollas. El precio globalizado de los commodities, básicamente granarios, generó ingresos impensados. Las transacciones fueron extraordinariamente generosas para con las circunstanciales exportaciones argentinas. Con otra dimensión pero con efectos similares, Neuquén se vio beneficiada por los precios en alza de la energía petrolífera, producto de estrategias bélicas lejanas.
En ambos casos, la respuesta de quienes gobiernan y casi reinan fue muy parecida: nada de fortalecer la economía en etapa de vacas gordas. Mucho menos, consolidar ofertas productivas basadas en calidad, cantidad y demanda potencial. Tampoco instrumentar el abecé para transformar ventajas comparativas en competitivas. Para qué utilizar mecanismos provenientes del conocimiento. Ni hablar de cómo se puede agregar valor a las materias primas. Un cero a la izquierda en pensamiento estratégico en condiciones de imaginar la utilidad del complejo crediticio/impositivo como intervención para maximizar cuencas productivas. Un fiasco a la hora de instalar métodos fundados en investigación y desarrollo (I+D) e implementar tecnología de información y comunicaciones (TIC). Total, el pan de hoy que promueve el hambre de mañana se enmascara, como siempre, en el terreno dogmático; por ejemplo, exhibiendo a Hebe de Bonafini como empresaria de barrios populares, por un lado, o instruyendo al ministro Lara a los efectos de regalar viviendas para mapuches por el otro. En ambos casos se ataca el efecto de situaciones funestas, pero la madre del borrego, es decir, el crecimiento sustentable, la producción, el incremento de la productividad, el trabajo digno... ¡bien, gracias!: continúan brillando por su ausencia.
Néstor Kirchner se enoja con la Sociedad Rural Argentina y transmite un mensaje por medio del cual intenta demostrar que las retenciones a las exportaciones agropecuarias son la expresión justiciera hacia la "oligarquía vacuna". En realidad, les hace cosquillas a los -tan sólo- 10.000 socios que componen la SRA, puesto que ellos, siempre, tienen otros recursos como para seguir haciendo negocios. A los que sí parte por el medio es a los 70.000 pequeños y medianos productores agrupados en la Federación Agraria Argentina. También a los 400.000 de Coninagro y los 100.000 de Confederaciones Rurales Argentinas, cuyas estructuras económicas -ahora en crisis gracias a la angurria fiscal- desde siempre demostraron vocación por el crecimiento, la innovación, la reconversión y el progreso agropecuario.
Jorge Sobisch, por su lado, ignoró las bendiciones naturales existentes en el territorio neuquino. Tan sólo se preocupó por manipular la actual matriz productiva basada en los recursos naturales no renovables. Córdoba y la costa atlántica -por ejemplo- miran a la provincia del Neuquén y no lo pueden creer. Se les fruncen las urdimbres de pura envidia. Es más, no soportan las "margaritas a los chanchos" existentes en este rincón de la norpatagonia. El agua pura, el aire limpio, los paisajes, el medio ambiente aún más o menos sano, el clima benigno, la flora, la fauna y la soledad son bienes escasos en este mundo superpoblado y destruido por la actividad del hombre. A ningún príncipe neuquino se le ocurrió que todo esto, prestado por la madre natura, se podría transformar en la moderna "actividad económica tractora" que arrastre el resto del desarrollo regional.
Los proyectos pensados únicamente en liderazgos individuales terminan con el pobre pueblo pagando servidumbres y resignando su propio porvenir. En la China maoísta el culto a la personalidad avasalló toda capacidad de racionalidad. Particularmente fue cruel con el conocimiento, soporte indispensable para modificar la realidad. En la República Argentina y en la provincia del Neuquén el protagonismo estelar de ciertos dirigentes mesiánicos impregnó lo cotidiano, ignoró las señales provenientes de los mercados, neutralizó todo mecanismo de gestión basado en evidencias y rifó oportunidades únicas para construir un progreso sostenido.
ANDRÉS KACZORKIEWICZ (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Tecnólogo