La Bombonera de Buenos Aires y el Estadio Azteca de Ciudad de México. Dos escenarios del fútbol mundial que en los últimos días fueron el marco de la consagración de dos equipos chicos de la zona sur del Gran Buenos Aires, Lanús y Arsenal de Sarandí.
Uno, el "granate", campeón del fútbol argentino por primera vez en su historia, y el otro, el equipo del "Viaducto", campeón de un torneo internacional antes que de Primera División. Pero, ¿quién los invitó a una fiesta celebrada por y para otros? El fútbol y sus vicisitudes, que otras cosas si no...
Porque a Lanús y Arsenal, dos equipos con hinchas del barrio -salvo honrosas excepciones desparramadas por el mundo-, sólo el fútbol-juego puede llevarlos hasta lo más alto.
Porque en un fútbol-negocio-política tan hecho para los grandes, tan pensando para los más fuertes y, por eso mismo, tan excluyente para los clubes más chicos, sólo imponerse sobre el verde césped puede elevarlos. Y eso hicieron Lanús y Arsenal. También Tigre, Banfield y Argentinos, los escoltas del equipo de Ramón Cabrero en el torneo Apertura.
Es cierto. Alejandro Marón, el presidente de Lanús es, además de continuador de una política seria en la económico y lo social deportivo, un buen alumno de Don Julio y Julito Grondona es, además de presidente de Arsenal, el hijo de Don Julio, el fundador de Arsenal hace 50 años. Pero cuando al fútbol-juego lo dejan hablar siempre tiene cosas para decir...
Sin embargo, nada se compara con la sensación de ser hincha hoy de Lanús o Arsenal, esos equipos chicos que hoy son la mosca golpeando fuerte detrás de las orejas de los "cinco grandes". A ellos, que sabiéndose hinchas de equipos destinados a sufrir descensos y gozar retornos al juego grande. A ellos más que (casi) nadie bienvenidos al paraíso grande que es la vuelta olímpica.
JUAN MOCCIARO
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