Lunes 03 de Diciembre de 2007 Edicion impresa pag. 35 > Cultura y Espectaculos
The Police, el dueño de la fórmula explosiva
El trío británico repasó sus clásicos ante una multitud. Fueron 110 minutos que resultaron escasos.

BUENOS AIRES (enviado especial).- El mensaje en la botella se abrió en pleno Monumental de Núñez y el ciclo se cerró. ¿O es que en realidad todo vuelve a empezar? Sólo The Police tiene la respuesta.

Mientras tanto, el fin de semana en Buenos Aires, el pacto entre los últimos hijos dilectos de la revolución del rock de fines de los setenta (y principios de los ochenta) y sus adoradores argentos, quedó sellado. El face to face tan postergado finalmente tuvo su día D. The Police va por el mundo después de 20 años a saldar su deuda, y en su periplo planetario, se retroalimenta a la vez de la energía de sus veneradores para ver si sigue o no, intentando reencontrarse con la música de aquellos buenos viejos tiempos.

Si el trío necesitaba probar nuevamente la química de sus temas tocándolos en vivo, al menos en Argentina la fórmula resultó explosiva. El canal entre los que estaban arriba y abajo del escenario se abrió con "Message in a Bottle" y ya nadie pudo detener el caudal. El megahit tantas veces escapado del viejo parlante, entraba a nuestras entrañas con la vivacidad que sólo lleva consigo un tema eterno.

El juego comenzó y ya no paró. Una renovada versión de "Syncronicity II" fue el segundo golpe de la banda, con Sting buscando ya la complicidad con la multitud, que no se resistió ni un segundo y se dejó cautivar. El bajista ratificó además ser un intérprete único e inimitable.

La percepción de que estábamos ante una noche singular flotaba en cada canción, y los roles en el escenario respetaban la puesta histórica. Lo dicho, por un lado la voz de Sting; por el otro, el virtuosismo de Andy Summers, dueño de los climas y los colchones musicales que regala su guitarra y dan forma a los temas. Y detrás de todo, el gran Stewart Copeland.

Si la pregunta fuera ¿por qué hay que ir a ver a The Police?, una de las respuestas se resumiría a dos palillos, y algo más. Mucho más. Siempre se dijo que Copeland era uno de los mejores bateristas del mundo. Este fin de semana no sólo eso fue ratificado, sino que además quedó en claro que el hombre que se esconde tras la imponente

Tama de donde cuelgan un sinfín de ton tones y platillos, es el alma de la banda. Copeland no deja nada sin tocar. Improvisa, juega, se divierte. Pega una o mil veces e igual todo suena siempre bien.La versatilidad de baterista se llevó parte del show. Promediando el espectáculo, se paró ante un gran set de percusión para regalar junto a sus compinches, "Wrapped around your finger", "Walking in your footsteps" e "Invisible sun". Fue sin dudas uno de los momentos más encantadores y refrescantes de la cálida y pegajosa noche porteña.

Antes de esta performance, en medio de una catatara de clásicos, "Walking on the Moon", con el bajo de Sting retumbando en el pecho de la multitud, se llevó los mejores aplausos, al igual que "Hole in my life", un inoxidable de Outlandos d'Amour, primera placa de la banda.

Luego, la histórica y patentada potencia expresiva de The Police reapareció en escena. El trío regaló una equilibrada amalgama entre "Can't stand losing you" y el inolvidable Regatta de Blanc, cuyo eco desde las tribunas hizo entremecer al Monumental. Pero todo terminó de derrumbarse con la aparición de "Roxanne", la historia de la chica de hábitos non-santos más famosa de la música.

Hubo un pequeño break luego tras el clásico y la multitud despertó por un momento del sueño. Todo estaba sucediendo demasiado rápido, o al menos eso parecía, y cierta angustia comenzó a apoderarse de los fans. "¿¡Ya pasó un hora y media!?", se preguntó una chica que había bailado frenéticamente durante casi todo el show.

La calma volvió casi de inmediato cuando los acordes de "King of pain" ocuparon el vacío. Luego fue el turno de "So Lonely" y ya rehabituados, los cuerpos recuperaron el hipnotismo que tuvo su máximo clima cuando la banda entregó "Every Breath you take". Pero todos volvieron a despertar del encanto cuando Sting y Copeland abandonaron las tablas a modo de falsa despedida, quedando sólo Summers como único habitante del imponente escenario. Andy, en complicidad con el público y mientras reclamaba la presencia de sus compañeros en escena, comenzó a desprender de su guitarra el furioso riff de Next to you. Ya la banda a pleno y regando con toda su energía musical a la masa, dijo basta. Copeland saltó desde su batería y la trinidad cumplió con las reverencias de rigor.

Pero faltaba más ¿hay más? No, no hay. Las luces blancas comenzaron a inundar el ambiente y la sensación fue que todo pasó muy rápido. El show duró 110 minutos pero la gente esperaba un poco más. Fueron 21 temas, pero la espera por ver a The Police en vivo fue quizá demasiado larga. Ojalá no haya sido la última.

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