odavía no se evaporaron los efluvios del triunfo K del pasado 28 de octubre y ni siquiera hubo traspaso presidencial, y ya "Lilita" Carrió volvió sobre sus pasos, quizá por la crisis en el ARI, para no descartar desde un carisma etéreo, la posibilidad de ser candidata otra vez en el 2011.
Nada más fuera de lugar en este momento, cuando las expectativas están centradas en la nueva administración que, por lo visto, nacida con más del 45 por ciento de adhesión, exhibe una continuidad exagerada en nombres y formas, aunque el estilo Cristina será diferente y no sólo por el sexo que la llevó a designar "edecanas" en lugar de los tradicionales edecanes de rostro pétreo.
El proyecto político, económico y social es el mismo y el núcleo de decisiones estará puesto en una "mesa chica" inalterable, con pocas consultas fuera de ese círculo. Claro, la hoy primera dama anticipó que su cometido será lograr una mejor institucionalidad y colocar a la Argentina en el mundo, para lo cual deberá dejar de lado la hosquedad del pingüino. En contraste con su marido, conductor radial, poco afecto al protocolo, Cristina parece dispuesta a delegar más responsabilidad en ministros y secretarios de Estado, esto es, sin vigilarlos a sol y a sombra.
"No hay que avivar giles", era una de las consignas de Néstor con la que amonestaba a los colaboradores que se "cortaban" solos y hablaban con la prensa en busca de un rédito personal. Cristina, por su parte, machaca con la necesidad de "jugar en equipo".
Desde esta columna se anticipó la semana pasada que Kirchner había resuelto ceder protagonismo y hacer algunos "trabajos" para facilitar los primeros pasos de Cristina. Una de esas "cositas" es la presión que metió al Congreso para aprobar antes del 10 de diciembre, la prórroga de la ley de Emergencia, que inauguró Eduardo Duhalde, cuando el país estaba en llamas y que la hoy senadora renunciante se resistió a convalidar.
Los diputados kirchneristas son un poco más de 100, pero necesitan obtener un quórum de 129, por lo que deberán esforzarse a partir del martes para convencer a sus aliados y evitarle a Cristina "mancharse las manos" cuando ocupe su despacho en la Rosada.
Néstor está dispuesto a pagar costos para que se puedan seguir manejando a discreción las partidas presupuestarias. El Poder Ejecutivo, a través del jefe de Gabinete, tiene la facultad de reasignarlas y proceder con flexibilidad: por ejemplo, para facilitar la negociación con el Club de París, discutir tarifas o subsidios y dar aumentos a los empleados públicos.
Un cortocircuito pareció producirse cuando la Corte Suprema de Justicia falló en favor del ajuste de un jubilado, que podría afectar si prosperan otras demandas las arcas estatales tan resguardadas los últimos cuatro años y medio. Incluso, Cristina puso nuevamente sobre el tapete el impuesto a las Ganancias, de cuyo pago están exceptuados los jueces. "Es una deuda con la democracia", dramatizó y los acorraló ante la sociedad.
Sin embargo, la sentencia del alto tribunal era previsible y no crea jurisprudencia automática. En el gobierno se tomaron recaudos con fondos para desembolsar en tal sentido. Además, nunca se interrumpió el diálogo entre los magistrados de la Corte y los popes del kirchnerismo, pese a las estentóreas críticas de Alberto Fernández y Miguel Pichetto al titular del cuerpo, Ricardo Lorenzetti.
La concertación plural con los radicales K, pese a todas las declamaciones de campaña, marcha a cámara lenta. Los que se opusieron a al estrategia nacional de la UCR, irán cobrando por ventanillas separadas y en módicas cuotas. Tienen la ventaja de que siguen dominando en sus provincias, lo que les da la posibilidad de seguir transitando la vereda oficialista, y reclamar al mismo tiempo una porción de poder en el actualmente destartalado partido de Yrigoyen, Alem y Alfonsín.
Kirchner anticipó que irá por la presidencia del PJ. Quiere algo nuevo, parecido al Partido Socialista Obrero Español. Pragmático, se acomoda empero a la circunstancia de sus incorregibles compañeros peronistas que pueden abrevar tanto en el centro izquierda que se muestra implacable con los violadores de los derechos humanos, como en el centro derecha ortodoxo, que con distintas variantes encuadraría a Mauricio Macri, quien en los próximos años deberá demostrar su capacidad para manejar la exigente ciudad de Buenos Aires.
Más allá de los ideologismos, tan cambiantes y propensos al revanchismo, está pendiente una aceptación voluntaria y consciente de las culpas mutuas del pasado, como requisito para garantizar la salud de una Nación próspera. De eso se trata: con espíritu integrador, ¿no?
ARNALDO PAGANETTI
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