No sorprende, pues, que pocos crean que la "cumbre" multitudinaria que acaba de celebrarse en la ciudad estadounidense de Annapolis ayude a reavivar el "proceso de paz" que fue puesto en marcha por los gobiernos occidentales. El presidente norteamericano George W. Bush la convocó porque quería contestar a los muchos que atribuyen los problemas de Medio Oriente a su pasividad frente al conflicto entre Israel y los árabes mostrándose tan resuelto como el que más a contribuir a una solución duradera. Bush logró que el primer ministro israelí Ehud Olmert y el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas se comprometieran a alcanzar un acuerdo duradero antes del 2009, pero sucede que ambos dirigentes son tan débiles que es mínima la posibilidad de que lo consigan. Tal y como están las cosas, el gobierno de Olmert podría caer en cualquier momento, mientras que Abbas, el que apenas controla Cisjordania, no está en condiciones de garantizar nada. Por lo demás, sectores significantes del movimiento cuyo liderazgo Abbas heredó de Yasser Arafat no tienen interés alguno en que haya una paz permanente en la zona.

Es por lo menos factible que la mayoría de los palestinos esté dispuesta a resignarse a la existencia de Israel a cambio de algunas concesiones territoriales, pero son tantos los que fantasean con su aniquilación violenta que es de prever que, de producirse señales de progreso, se multiplicarían en seguida los ataques terroristas que los israelíes se sentirían obligados a reaccionar. En la situación en que se encuentra Israel, las concesiones que acepta hacer suelen resultar contraproducentes ya que sus enemigos las toman por síntomas de debilidad, mientras que las represalias son tratadas como provocaciones. Dadas las circunstancias, a los israelíes no les queda otra alternativa que intentar impresionar a sus vecinos por la superioridad militar que les ha permitido sobrevivir, pero desgraciadamente para ellos su voluntad de defenderse contra quienes quieren la destrucción de su país molesta sobremanera a los muchos dirigentes europeos que los consideran responsables de todos los problemas de una región del mundo que siempre parece estar al borde de una conflagración mayúscula. Es de prever pues que si, como parece probable, el "diálogo" que se reanudó en Annapolis resulta ser tan estéril como tantos otros que a través de los años se han iniciado, se intensificarán las presiones de Estados Unidos y la Unión Europea contra Israel para que ceda cada vez más en un intento vano por satisfacer a quienes carecen de interés en el ideal resumido por Olmert de "un Estado palestino pacífico, viable, fuerte, democrático y libre de terrorismo" que viva al lado de "un Estado de Israel judío, democrático, seguro y libre de la amenaza del terrorismo", ya que para ellos tal arreglo no es un fin en sí mismo sino a lo sumo un paso hacia la eliminación definitiva del "ente sionista".