Entre 1947 y 1951 la producción de petróleo argentina aumentó 22% pero el consumo se duplicó. En 1957 sus importaciones sumaban el 21% del total y el autoabastecimiento hubiera eliminado con creces el déficit de la balanza comercial de un país que estaba en virtual cesación de pagos. Fue en ese contexto que Arturo Frondizi centró en la nacionalización de la industria petrolera la campaña electoral que lo llevó a la presidencia en 1958. Sus argumentos ya habían sido detalladamente desarrollados en su libro de 1954, "Petróleo y política. Contribución al estudio de la historia económica argentina y de las relaciones entre el imperialismo y la vida política nacional", argumentos que había reiterado durante su confrontación con Perón en 1955.Tan pronto asumió la presidencia, en un "happening" que probablemente inspiró a los subsiguientes de Marta Minujin, Frondizi puso en práctica políticas totalmente opuestas a la plataforma votada por la ciudadanía. Las políticas desarrollistas para alcanzar la autosuficiencia energética y el crecimiento de la industria pesada, cuya formulación y ejecución fueron obra principal de Rogelio Frigerio, daban protagonismo casi excluyente a los capitales extranjeros. La consecuencia más negativa de este maquiavelismo político, cuya primera víctima fue el propio Frondizi, sería el fortalecimiento de la desconfianza de la ciudadanía por las políticas de Estado y las planificaciones: ¡para qué hacer compromisos que nunca se cumplirían!
Es fácil colegir las políticas sociales de Frondizi recordando unos pocos hechos. Designó ministro de Economía al liberal Álvaro Alsogaray quien, bajo el lema "hay que pasar el invierno", pagó sueldos con bonos que los empleados estatales debieron canjear a una fracción de su valor. Su siguiente ministro fue Roberto Alemann, para quien la explotación del subsuelo debía hacerse como la agropecuaria, por los dueños de la tierra. Frondizi hizo convenios con el FMI, el adalid económico del imperialismo que había denunciado. Eliminó el derecho de huelga y reprimió a los huelguistas con el decreto 4.165/55 de Conmoción Interna del Estado (Plan Conintes), emitido, pero nunca usado, durante la segunda presidencia de Perón. La puesta en vigencia del plan que autorizaba a aplicar las leyes militares, incluyendo la humillante incorporación al ejército de los perturbadores, previo rapado de cabellera inauguró la incorporación del "enemigo interno" a las hipótesis militares de conflicto, primer esbozo de lo que tres lustros después sería la política de "aniquilación de la subversión".
Frondizi inició su "batalla del petróleo" firmando contratos de perforación, de exploración y de trabajos por cuenta de YPF con empresas casi todas extranjeras. El viejo conflicto jurisdiccional entre la Nación y las provincias por los yacimientos de hidrocarburos había revivido cuando la autodenominada Revolución Libertadora derogó la Constitución de 1949. Frondizi resolvió este problema y el de no haber pedido (cosa que sí hizo Perón) su ratificación por el Congreso, con la sanción en 1958 de la ley de Hidrocarburos 14.773. Por ella se daba a la Nación la propiedad de los yacimientos provinciales y particulares, previa expropiación a precio justo, y se autorizaba a YPF a contratar obras y servicios que no comprometiesen este derecho de propiedad o los intereses del "país" (entelequia aparentemente no bien comprendida).
Si aceptáramos que la funcionalidad de las tecnologías y el accionar de los capitales extranjeros que las generan es independiente del país donde se implantan, deberíamos aplaudir la plataforma desarrollista. Frondizi impulsó la siderurgia, la petroquímica, la industria automotriz y la petrolera, con leyes que atrajeron la radicación de capitales extranjeros. Sin embargo, no fue así: una de las características esenciales de la economía capitalista (origen de la polarización centro-periferia) es que las ganancias empresarias provienen de diferencias de recursos naturales, sociales y condiciones operativas entre el país consumidor y el productor. En el caso del petróleo, además de las variadas exenciones impositivas y la casi irrestricta libertad de exportación de ganancias y de fuga de capitales, la ventaja principal fue que YPF tenía obligación de comprar a las empresas toda su producción de petróleo (sin topes) a precios internacionales. Como el costo de extracción era entonces (como hoy) mucho menor que el internacional, no es sorprendente que el país fuera inundado de petróleo. Mientras que en 1958 la producción total fue de 5 millones de toneladas, en 1962, con 15 millones, se alcanzó por primera vez el autoabastecimiento de petróleo. Como en las condiciones contratadas no podía exportar con ganancias, YPF se vio forzado a recortar su propia producción para evitar la acumulación de crudo.
El lema principal de la campaña electoral de Arturo Umberto Illia fue la anulación de los contratos por razones ideológicas y defectos jurídicos. Apenas asumió la presidencia (1963-1966) derogó por decreto todos los firmados por Frondizi, y de paso algunos más, y encomendó a YPF la prosecución de las tareas. El resultado fue que el número de pozos perforados en 1965 fue menos de un tercio de los de 1961 y la importación se triplicó. Los argumentos jurídicos invocados para las anulaciones no deben haber sido tan rotundos como planteaba el decreto pues debió negociar acuerdos extrajudiciales para terminar con las demandas de las compañías. Después del derrocamiento de Illia, el dictador Juan Carlos Onganía (1966-1970) restableció nuevamente los contratos. Argentina (demostrando, una vez más, la creatividad nacional) incorporó entonces al léxico económico un nuevo término: "stop and go", marcha atrás y marcha adelante, crecimiento y decrecimiento productivo. Caracterización engañosa, porque lo que se disputaba no era la eficiencia de la industria petrolera o de la actividad económica en general sino la distribución relativa de ingresos de los más ricos y los más pobres, distribución que progresivamente revirtió los favorables niveles de la (autoritaria y clientelista) primera época peronista en favor de los más débiles.
CARLOS E. SOLIVÉREZ (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Física y Diplomado en Ciencias Sociales.
E-mail: csoliverez@gmail.com