Miércoles 28 de Noviembre de 2007 Edicion impresa pag. 28 y 29 > Internacionales
ANALISIS: Bush lo apuesta todo como único mediador

GONZALO ESPÁRIZ

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, apostó casi todas las fichas que le quedan antes de terminar su mandato a un solo número: la paz entre palestinos e israelíes. La declaración conjunta de Annapolis para caminar hacia un acuerdo es ya probablemente el mayor éxito en política exterior de Bush desde que asumió el cargo hace casi siete años.

Con la espada de la guerra de Irak pendiendo permanentemente sobre su cabeza, con la mala gestión de la crisis del huracán Katrina, las sombras de Guantánamo y la tortura de prisiones en la memoria de todos los estadounidenses, la deuda pública disparada hacia casi el infinito, sin una política medioambiental definida y con el fracaso de su reforma migratoria, Bush sabía llegando a Annapolis que se le agota el tiempo para dejar algún buen sabor de boca.

Las encuestas lo mantienen desde hace tiempo bordeando los niveles más bajos de aprobación presidencial jamás registrados, y son cada vez menos los analistas y expertos que proclaman abiertamente que lo consideran "el peor presidente de la historia".

Pese al éxito parcial, Bush sabe que ganó una batalla, pero de ninguna manera la guerra.

La victoria total llegaría con la firma de un histórico acuerdo de paz para uno de los conflictos más enquistados del planeta, con 60 años de historia, un largo pasado de fracasos y una influencia clave en la geopolítica mundial. Hacia ese fin, y en su condición de anfitrión y relanzador de las conversaciones, Bush se reservó mantener toda la influencia posible.

En primer lugar, la fecha límite para que se alcance un acuerdo es "el fin de 2008". Justo a tiempo para que el presidente pueda ser de nuevo el maestro de ceremonias entre Olmert y Abbas, puesto que el 20 de enero de 2009 tendrá que dejar el cargo. Igual de importante es el final de la declaración, que en la práctica deja a Estados Unidos como el único juez y mediador de las negociaciones, relegando al Cuarteto en el que los norteamericanos compartían papel con Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas. Los israelíes, que siempre tuvieron en Estados Unidos a un imprescindible aliado, se mostraron encantados con la nueva situación. La novedad es que también los palestinos aceptan ponerse sólo en manos de Washington.

Bush tiene en contra las múltiples disputas y heridas abiertas en Cercano Oriente y el enorme riesgo, como precisó "The New York Times", de que un eventual fracaso en las negociaciones favorezca el radicalismo propuesto por Irán y Hamas. Pero también tiene a su favor muchos apoyos, como el de la mayoría de la comunidad árabe. (DPA)

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