El cisma entre comunidades nativas y las disputas entre ellas y la Confederación Mapuche han provocado perplejidad. Algunos involucrados también tienen entre sus manos asuntos vitales para San Martín de los Andes, como el destino de las tierras de cerro Chapelco. No pocos temen que la virulencia interna contagie futuras negociaciones.
En estas últimas semanas, unos mapuches han denunciado a otros mapuches de mimetizarse en la peor estirpe del punteraje político; mientras aquellos les endilgan a éstos deseos de caudillismo y de poder, como un negocio de pocos.
El intento de separación de pobladores de la comunidad Curruhuinca del paraje Payla Menuko, mereció la repulsa del resto de las familias. El encono tiene su antecedente inmediato en un plan de viviendas interculturales, delineado con simbiótico doble propósito: recuperar para los mapuches un territorio actualmente bajo la jurisdicción de Parques, y cubrir una necesidad acuciante: la falta de tierras para el techo propio entre sectores empobrecidos de San Martín, aborígenes o no.
Pero el telón de fondo es una larga riña entre la Confederación Mapuche y el gobierno neuquino, aun cuando la provincia no tenga nada que ver con el caso del llamado "Lote 27" de Trompul, sobre el que no tiene jurisdicción.
Ocurre que es un paso más en una amplia escalada por recuperar la territorialidad y la autonomía mapuche. Ese asunto sí que inquieta a la administración Sobisch, cuyas pujas son recurrentes con la Confederación y el Parque Lanín, donde la organización indígena tiene sólidas bases.
Ahora bien. Para construir autonomía hay que construir poder. Y eso es lo que viene haciendo la Confederación, con afán obsesivo.
Para conseguir ese numen, ciertos pliegues de la Confederación han ignorado los estilos reflexivos de su pueblo, los tiempos de las comunidades, el respeto por lo que aconsejan los mayores en las asambleas.
Es que cuando se hace política en el inestable terreno de la urgencia, se corre el riesgo de usar el calendario del enemigo. El apremio por ganar cada batalla hace que algunos terminen decidiendo más "per sé" y menos por las mayorías...
En algunas comunidades mapuches, ese estilo ha provocado hastío con la organización que debería contenerles, a pesar de que en el fondo comulgan con el mismo fin: territorio y autonomía.
Desde sectores cercanos a la Confederación, en cambio, se acusa a los detractores internos de ser desestabilizadores y punteros del emepenismo. Hay razones para esa tesis, pues son conocidas las muchas incursiones de funcionarios y operadores ligados al oficialismo, siempre dispuestos a ganar voluntades contra la Confederación. Algunos de ellos, incluso, tienen hoy rango de ministro.
Pero los ancianos de la comunidad Curruhuinca de Trompul, que públicamente llamaron a rechazar el divisionismo de Payla Menuko, a hacer causa con los Vera por Chapelco, y a echar del lote 27 a la Confederación, no parecían tener nada de punteros o conspiradores profesionales.
Como se suele decir, en el pecado está el castigo: en su pelea por los objetivos superiores, la Confederación está perdiendo de vista a quiénes representa.
FERNANDO BRAVO
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