Se dice siempre, se dijo ahora. Cuando no se ganan campeonatos, ahí están los clásicos. Lo dijeron en los últimos días Racing e Independiente. Pero el fútbol suele mostrar cada vez más seguido su cara más mezquina, la del miedo a la derrota.
Entonces, aquel axioma de Pedro Troglio que sostiene que "la gente se puede bancar perder un campeonato, pero un clásico no" queda hecho pedazos ante el miedo de entrenadores y jugadores.
Ni Racing ni Independiente serán campeones, pero ayer, en el Cilindro de Avellaneda, ni uno ni otro hizo nada por quedarse con el el clásico. El partido futbolísticamente fue bajísimo, ninguno de los dos equipos arriesgó nada, el encuentro fue desprolijo y mal jugado.
Con globos, banderas, cintas y humo de colores, los hinchas de Racing e Independiente tuvieron su fiesta en las tribunas, sin incidentes, sin dudas la mejor noticia de la tarde de ayer.
Independiente -que lleva dos años sin perder ante Racing- comenzó mejor gracias a la velocidad en ataque de Montenegro, Sosa y Germán Denis, que complicó a una defensa de Racing a la que le costó acomodarse.
Parecía que el gol de Independiente estaba al caer porque con su dinámica era mucho mas práctico que Racing. Sin embargo el local consiguió equilibrar el trámite, no por juego, pero si por la tenencia del balón.
Los mediocampistas centrales, Romagnoli y Bastía, fueron patrones en su zona, aunque siempre les faltó alguna alternativa de pase para descargar. Independiente apareció a cuentagotas y no fue efectivo, y Racing trató de hacer lo que pudo con sus limitaciones en todas partes. Un flojo empate, sin goles en la primera mitad.
Independiente tomó la iniciativa en el complemento, pero solamente fue claro hasta tres cuartos de cancha. A partir de allí sus jugadores se nublaron a la hora de hacer el último pase y le facilitaron la tarea a los defensores de Racing.
Lo que quedó del partido sólo sirvió para saber que jugando así no se perderán clásicos, pero tampoco se ganará nada.