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España en la mira |
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Aquel ya mundialmente célebre roce entre el rey Juan Carlos de España y el presidente Hugo Chávez de Venezuela se debió a mucho más que el hastío que le producía al monarca la verborrea incontrolable del personaje al que invitó a callarse cuando, una vez más, se ensañaba con el ex jefe del gobierno español José María Aznar. Con la ayuda de otros mandatarios latinoamericanos de retórica supuestamente izquierdista como el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa y el nicaragüense Daniel Ortega, Chávez parece resuelto a reavivar las viejas tradiciones antiespañolas en la región que, si bien se debilitaron en el transcurso del siglo pasado, siguen latentes no sólo en los países en que la población de origen europea constituía una minoría reducida relativamente próspera, sino también en otros como la Argentina. En efecto, hace un par de años sindicalistas locales encabezados por el camionero Hugo Moyano impulsaron una campaña contra las empresas españolas radicadas aquí, enviando de tal modo una advertencia a la "madre patria" de lo que podría esperarle en el futuro. Aunque parecería que el presidente Néstor Kirchner y su esposa no se han propuesto reanudar las hostilidades contra la presencia económica española, es de prever que en las semanas venideras grupos vinculados con el chavismo traten de provocar episodios conflictivos con el objetivo de apoyar a su jefe, que ya ha comenzado a aprovechar su enfrentamiento con el rey Juan Carlos. No bien regresó a su país luego de participar en la cumbre de Santiago de Chile, Chávez anunció que sometería a una "profunda revisión" la relación con España y que, por lo demás, obligaría a rendir cuentas a "todas" las empresas españolas que operan en Venezuela. Así las cosas, tales empresas se encontrarán en una situación similar a la de sus equivalentes en la Argentina durante las fases iniciales de la gestión de Kirchner cuando, por razones que tuvieron más que ver con sus intereses políticos internos que con la economía, el presidente las acusó de compartir la responsabilidad por la depauperación de millones de argentinos e insistió en que para recompensarlos deberían aceptar una reducción fuerte de sus ingresos. Con todo, hay una diferencia. Mientras que Kirchner habrá entendido que no le convendría para nada que los empresarios españoles optaran por abandonar el país, Chávez, envalentonado por el precio muy alto del petróleo y presa de la confusa ideología nacionalista que se ha fraguado, podría festejar su eventual retirada como un triunfo sobre el imperialismo. Por motivos evidentes, España, que últimamente se ha convertido en uno de los países del Primer Mundo con más inversiones en el exterior, ha querido aprovechar sus lazos múltiples, tanto personales como culturales, con América Latina, ofreciéndose para desempeñar el papel de puente entre la Unión Europea y sus ex colonias y la de su vecino ibérico, Portugal. Dadas las circunstancias, dicha pretensión es perfectamente lógica, pero como otros países inversores como el Reino Unido y Estados Unidos descubrieron hace tiempo, las inversiones no sólo generan utilidades sino que también provocan reacciones nacionalistas. Aunque virtualmente todos los gobiernos dicen entender muy bien que a menos que logren atraer inversiones externas en cantidades suficientes les será imposible superar los problemas planteados por la extrema pobreza, tanto su propia actitud hacia el capital extranjero como la de los demás suelen ser ambiguas. En tiempos de crisis económica, puede resultar irresistible la tentación de culpar a los "especuladores" o los "neocolonialistas" por las penurias experimentadas, de esta manera desviando la atención de los más golpeados del aporte de sus propios compatriotas. Asimismo, en vista de que Chávez se enfrenta con una oposición vehemente que está protestando con furia contra cambios constitucionales que le permitirían mantenerse en el poder durante décadas, no sorprende en absoluto que haya elegido suplementar su yihad contra el presidente norteamericano George W. Bush con otra dirigida contra España. Tampoco sorprendería que sus partidarios en el resto de América Latina trataran de colaborar embistiendo contra las empresas españolas que están operando en sus propios países. |
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