Lunes 19 de Noviembre de 2007 Edicion impresa pag. 36 > Cultura y Espectaculos
EN CLAVE DE Y:Redes y redes

Sus vistosas alas describieron un arco perfecto; se detuvieron un segundo, y luego bajaron directo al color intenso de la flor. Entonces ocurrió: entre la flor y ella una leve resistencia del aire la combó hacia delante y hacia atrás, pero sin dejarla ir. Aleteó con fuerza. Nada. Desde el otro extremo de la red, la araña era una sombra quieta.

...sos hermosa, le decían los ojos del tipo, acodado en la barra. Se puso nerviosa. ¿Por qué habría llegado antes que él? Se concentró en el pocillo de café, revolviendo innecesariamente, el rabillo del ojo en la puerta vaivén. Sentía la mirada del tipo, un lindo tipo, vestido informalmente, el pelo bastante largo... tan distinto a él. Por favor que venga, rogó a nadie en especial. O que el tipo se vaya. El corazón ya se le estaba desbocando y la boca se le secaba.

Descansó un segundo. Las leves patitas estaban agarradas por esa cosa brillante, elástica, que parecía ceder pero no, y bailoteaba una danza trágica que bamboleaba restos de insectos, pequeñas momias. El balanceo llegó a la araña, como había llegado la levedad del peso de la víctima apenas se topó con su red. Sus múltiples ojos facetados estaban clavados en las alitas, en sus movimientos cada vez más lentos.

¿Y si iba al baño? No. Vaya a saber qué pensaría él. Nada bueno. Hiciera lo que hiciera, estaría mal. Como siempre.

Entonces vio su alta figura nimbada del resplandor del día, su andar felino y elegante, sobrio y relajado. Ah, qué suerte... ojalá le durara el buen humor. Él avanzó hacia su mesa y lanzó una mirada casual (¿casual?) que barrió el bar... y se detuvo un segundo en el tipo de la barra. Algo se tensó en todo su cuerpo, lo podía sentir; una oleada de hostilidad contenida. Ya estaba a su lado, ya se sentaba y su sonrisa engañosa para cualquiera menos para ella encubrió su condena: ¿Por qué ese tipo te mira? Lo estás provocando, mirá cómo te vestiste. Su mano le apretó el brazo, lo suficientemente fuerte para que no pudiera disimular el dolor...disfrutaba apretando allí, sobre el codo, donde es tan sensible la piel. Vámonos, ordenó, levantándose y aferrando su brazo en un solo movimiento.

Las preciosas alitas se plegaron. Parte del polvillo que las vestía de tonos tan radiantes, estaban tiñendo de color la red que la apresaba. En toda la tela, reinó la quietud. Entonces, la araña avanzó.

Trató de cerrarse a los reproches, a los insultos conque él la cubría, mientras manejaba como un loco. Estaba paralizada de miedo, tensa y alarmada, y a la vez esperanzada... ojalá choquemos, deseó con desesperación, ojalá choquemos y se termine todo. Pero no chocaron y ya estaban en su casa. Dios mío, Dios mío, rogó inútilmente. Sabía lo que venía: los golpes, la violación, el llanto, el pedido de perdón, los días de flores y atenciones... hasta la próxima vez.

Sus pequeños ojos facetados multiplicaron inconmensurablemente la enorme mole oscura que se venía encima. El aguijón filoso hendió el aire. Y todo, por un rato, fue estático, mientras la araña sorbía el jugo sabroso.

El brutal empujón la arrojó contra el mueble, y un lancinante dolor quebró su cintura. Se aferró al borde. Sus ojos cargados de lágrimas reproducían exponencialmente la fatalidad tenebrosa, querida, odiada, que se acercaba sonriendo. Entonces, su mano tocó el monolito de obsidiana, su orgullo, tan fálico, tan... afilado. Mientras su mente conjuraba imágenes de eterna prisión dorada, su mano aferró la libertad y hendió el aire.

MARÍA EMILIA SALTO

bebasalto@hotmail.com

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