Lunes 19 de Noviembre de 2007 Edicion impresa pag. 36 > Cultura y Espectaculos
El otro lado del deseo
En los nueve cuentos de "Amor propio", el escritor argentino Carlos Chernov, quien reparte su tiempo entre el ejercicio de la literatura y el psicoanálisis, explora el más grande y complejo de los sentimientos humanos, que a veces conduce a lo espantoso y opresivo. Y lo hace con un extraño sentido del humor.

El amor ya había sido abordado por Carlos Chernov (Buenos Aires, 1953) en su anterior libro de cuentos, "Amores brutales", en donde los personajes eran dominados por el deseo, desde la afición hasta la pasión desbordante. Los cuentos del nuevo libro de este médico psiquiatra y psicoanalista comenzaron como variaciones , al modo de las variaciones musicales, de aquel. "Los empecé a escribir apenas publiqué 'Amores brutales', hace catorce años. Más tarde, el proyecto se amplió y el libro sufrió nuevas entradas y alguna salida", explica Chernov.

¿Por qué volver sobre el tema?

Tal vez, porque no lo entiendo. Porque es un sentimiento enigmático y extremadamente poderoso, del cual depende la vida y la muerte de las personas, y, por supuesto, su felicidad.

Respecto del título se puede pensar que está referido al orgullo pero también a la apropiación del objeto de amor.

El título del libro remite en sentido recto, al orgullo, la vanidad, el amor a sí mismo, y al componente posesivo del amor, que puede tener consecuencias espantosas sobre la libertad del objeto "amado". Me refiero, por ejemplo, a los celos, pero también a prácticas aceptadas por ciertas culturas, como el machismo, o la posesión ilimitada de los hijos por parte de sus padres. Muchas invasiones de vidas ajenas se justifican por amor. Incluso por amores verdaderos y sinceros. Se supone que el amante desea el bien de su amado, pero, ¿qué desea el amado? El título también se refiere al amarse a uno mismo, más allá de la fascinación del narcisismo esa instancia que solo contabiliza éxitos y fracasos. Amarse a uno mismo no porque cumplamos con ideales, seamos bellos inteligentes y ricos, sino, simplemente, porque somos. En este sentido el amor propio debería contener cierta dosis de piedad.

¿Por qué la extravagancia de algunos personajes en estas historias de amor, por ejemplo, un torero hemofílico, una reina de belleza en el leprosario?

No sé si son extravagantes; enfermar de hemofilia no lo es, sí dedicarse al toreo padeciéndola, pero al pobre no le queda alternativa, ha sido destinado a esa actividad por su padre. Diría que son personas normales en situaciones extremas y que reaccionan como pueden. Además, no me atrae una literatura basada en historias comunes. Cada escritor tiene una idea de lo que es su campo literario, algo formado por sus lecturas, experiencias y su aparato crítico, y sólo sobre eso puede escribir.

¿El amor convoca a una enorme dosis de violencia?

A veces, si se limita a su funcionamiento imaginario. Al tener o no tener más que al ser. ¿La felicidad del dueño del harem proviene de la enorme oferta sexual o de la comparación con la desposesión de sus súbditos? Pero, ¿eso es amor?

¿La pasión amorosa mata?

Sí, en tanto pasión, pathos, patología, pasividad del sujeto frente a una fuerza que lo atrapa, estado de sufrimiento, en ocasiones termina en homicidio-suicidio y aparece en los diarios. Pero, aunque el sujeto no sea culpable, porque la pasión lo ha atrapado, si mata no es amoroso, es el deseo de posesión absoluta del otro, "mía o de nadie", es el odio que se ha disfrazado de amor.

¿Qué lleva a una persona exigirle ciertos sacrificios o exigencias al ser que ama?

Porque el amor tiene estructura de promesa. Los novios se comprometen, se prometen amor eterno, "hasta que la muerte los separe" o, como dice Gardel, "Un día un juramento y otro una traición". En la desesperación que suscita la falta de consistencia del amor, los amantes exigen pruebas, los sacrificios que demuestran que la promesa no es mera palabra.

En este contexto de las pasiones amorosas un lugar preponderante lo tiene el cuerpo.

El amor es el de los cuerpos, todo lo que soslaye la presencia de los cuerpos es represión sexual, más o menos enmascarada. Obviamente, no es fácil lograr que el cuerpo circule por la cultura, por la palabra, ese tránsito causa síntomas.

¿Y el sexo?

Aunque al acto sexual lo llamen gentilmente "hacer el amor", no necesita del amor para hacerse. Y más de uno se "hace" el amoroso para conseguirlo... Tal vez, para ciertas personas sea más aceptable tener sexo si existe un espejismo de amor, aunque, como dice Maitena, no dure más de quince minutos.

¿Qué es lo que habitualmente escucha en su consultorio acerca del amor?

De todo. Quejas sobre la soledad, la limitación temporal por el envejecimiento del cuerpo para tener hijos, quejas acerca de los amantes que no se comprometen y mucho más.

PABLO MONTANARO

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