La tarea que le espera a Lousteau

Que la presidenta electa Cristina de Kirchner haya nombrado como su futuro ministro de Economía a un funcionario que sería elogiado por su capacidad profesional no sólo por los comprometidos con el "modelo productivo" vigente, sino también por personalidades tan diversas como Ricardo López Murphy y Rodolfo Terragno, puede considerarse un acierto notable, pero si bien el consenso en torno de la idoneidad de Martín Lousteau puede ayudarlo en la fase inicial de su gestión, no tardará en encontrarse en apuros. Desgraciadamente para él, le corresponderá intentar corregir las distorsiones que provocó el gobierno nacional antes de las elecciones del 28 de octubre pasado. A fin de asegurar que el voto coincidiera con un boom de consumo, el presidente Néstor Kirchner aumentó el gasto público en el 50%, hizo poco para frenar la inflación e insistió en negar que hubiera una crisis energética. Si no fuera por el hecho de que el próximo gobierno será una prolongación del actual, Lousteau podría enfrentar los desafíos con las medidas que estime apropiadas sin preocuparse por la reacción de los responsables de las dificultades que enfrentará pero, mal que le pese, tal alternativa le será vedada.

A partir de la salida de Roberto Lavagna, el Ministerio de Economía quedó devaluado, ya que nadie ignoraba que Kirchner no se limitaba a fijar el rumbo, como suelen hacer los presidentes, sino que tomaba todas las decisiones significantes, dejando a Felisa Miceli cumplir el papel de secretaria y en ocasiones portavoz presidencial. Puede que Miguel Peirano haya disfrutado de más autonomía, pero puesto que ni siquiera pudo desembarazarse de la presencia para él difícilmente tolerable de Guillermo Moreno, ha sido escasa la diferencia entre su situación y la de Miceli. Lousteau, pues, tendrá que decidir si quiere ser un ministro de Economía genuino, como fue Lavagna, lo que tarde o temprano podría enfrentarlo con Néstor Kirchner que según parece espera desempeñar un rol clave en el gobierno de su esposa o si está dispuesto a ser un funcionario formalmente importante pero en realidad sin demasiado poder.

De sus escritos, puede colegirse que Lousteau es un moderado no muy "heterodoxo" que critica el cortoplacismo que, a su entender, está entre las causas básicas de la evolución lamentable de la economía nacional que, es innecesario decirlo, es una de las características más notables de la gestión del presidente Kirchner, que quiere que el superávit primario sea alto, le teme a la inflación, entiende que será forzoso invertir decenas de miles de millones de dólares en el sector energético y, como Cristina, es consciente de la necesidad de atraer más inversiones. Así las cosas, es de suponer que tratará de reconciliarse con el FMI para poder alcanzar un acuerdo con el Club de París, que serviría para que la Argentina dejara de ser considerada como un paria económico por las instituciones financieras internacionales más influyentes y por los gobiernos de los países ricos. De más está decir que cualquier esfuerzo en tal sentido molestaría a Néstor Kirchner, quien ha hecho del conflicto con el FMI y otros organismos financieros una bandera que le costaría mucho arriar.

Lousteau recibirá de Peirano una economía que sigue creciendo a una velocidad impresionante, pero que a juicio de muchos se ha recalentado, lo que plantea el riesgo de que la bonanza actual sea seguida por una nueva caída equiparable con tantas otras que hemos experimentado a través de los años. Lo mismo que Alfonso Prat-Gay que, como el ministro de Economía in péctore de la candidata presidencial Elisa Carrió, opinó que sería preferible que la economía se expandiera a un ritmo menos frenético de lo que sería correr el riesgo de que la inflación se saliera de madre, el futuro ministro se ha afirmado a favor de un mayor grado de estabilidad. Es de prever, pues, que Lousteau intentará manejar la economía con sobriedad a sabiendas de que no hay garantía alguna de que la coyuntura internacional continuará siéndonos tan beneficiosa como ha sido en los cinco años últimos y que de todos modos convendría que el país procurara reintegrarse a la economía mundial, aunque para lograrlo tenga que superar la oposición de aquellos miembros del gobierno que creen que debería resistirse a la tentación de intentar introducir cambios significantes.