Parece una mera formalidad, pero lo cierto es que el procedimiento no ha sido evaluado todavía en clave política. Y bien valdría la pena hacerlo, porque a los ojos del gran público la designación de los ministros de Cristina de Kirchner, y el modo de comunicarlo, se pareció más a un acto de gobierno del presidente actual, que a una potestad que la Constitución le reserva a su sucesora.
En rigor de verdad, la decisión de efectuar el anuncio 25 días antes de la asunción resultó más que adecuada, aunque fue tomada desde una posición defensiva, porque rescató a la presidenta electa del primer brete serio de la transición, el mismo en el que la metió la decisión de Miguel Peirano de hacer trascender que no seguiría al frente del Ministerio de Economía.
Así, el adelanto de nombres le permitió a la actual primera dama retomar la iniciativa y despegarse de las presiones a las que había sido sometida por el posicionamiento que buscaron de inmediato la UIA y la CGT para imponer nombres y estilos (los industriales desde el lobby de los atriles y los socios de Hugo Moyano en la calle y a los palazos), de cara al futuro acuerdo social.
Pero lo cierto es que las formas podrían ser calificadas, al menos, como desprolijas. En primer lugar, por la ausencia de la propia Cristina. Y luego, por la forma de convocar a los medios, por el escenario elegido (la Casa Rosada) y por el hecho de que el anuncio y la nómina hoy forman parte de la página de Internet de la Presidencia de la Nación.
Ninguno de estos pequeños detalles suena irrelevantes, ahora que se habla tanto del "doble comando". Esta manera tan particular de presentar los hechos en nada se diferencia del habitual estilo de Néstor Kirchner, un mundo donde se mezclan las paranoias con los gestos de autoridad. Hacerlo así sirvió para emparentar aún más la continuidad de ambas gestiones. Al respecto, pese al hermetismo, quedó en claro que las decisiones centrales se tomarán en Olivos de a dos, aunque voces del cristinismo dicen que la futura presidenta se reservará siempre la última palabra cuando esté
en funciones, tanto como ahora quienes hablan de "pacto tácito", dicen que la misma la tiene su esposo. Sin embargo, en el caso de la grilla de ministros, que hace a las funciones del futuro, parece haber pesado más la opinión de Néstor a la hora de resguardar las lealtades, aunque los allegados susurran que, para contrapesar, la actual primera dama metió baza en la designación de los nuevos funcionarios.
Este fue el caso de Martín Lousteau al frente de Economía, la sorpresa de la lista ministerial, un probable excelente ejecutor de la partitura económica que más le gusta escuchar a la pareja presidencial, aunque es sabido que se encuentra bastante alejado de la ideología del Grupo Fénix, la misma que ha venido dominando hasta ahora, promotora del consumismo, la inflación, la inversión pública y los dislates energéticos, todo en nombre de la producción nacional.
Ya ha sido suficientemente trillada la sensación de resguardo de equilibrios internos que tiene el nuevo gabinete, con repartos de poder más o menos similares para Alberto Fernández y el ministro de Planificación, Julio De Vido. Por más que se empeñen en negar los tironeos, aún quedan por dirimir entre ellos las batallas de las segundas líneas, con varios cargos no menores en el esquema de poder. Tan crítica es la tirantez, que lugares que habitualmente definen los ministros, también están siendo pasados por el filtro matrimonial.
Más allá de estos contratiempos del día a día que sufrió Cristina, Néstor, como "escudero" de su pareja, impulsó dos medidas más estructurales que podrían catalogarse como de típico trabajo sucio, aunque se presume que no serán las últimas, porque el horizonte tarifario aguarda turno.
En la ocasión se decidió imponer una importante suba de retenciones a los cereales y el petróleo, dos medidas que en conjunto están destinadas a generar cierto blindaje fiscal hacia adelante y a moderar los precios y, en el caso de los combustibles, a equilibrar el abastecimiento interno
Entre la danza de nombres del nuevo gabinete y las consecuencias de las medidas económicas, pasó algo inadvertida una encuesta de OPSM sobre la opinión de la gente (800 casos) ante el anuncio del equipo ministerial, cuyo 58,3% señaló que el futuro del país será promisorio.
En medio de todos estos vaivenes, el gobierno eligió silenciar las críticas de los opositores y pegó a mansalva contra Mauricio Macri y Elisa Carrió. Una vez más, por omisión, la senadora Kirchner avaló la movida, con un silencio bien diferente al del vicepresidente electo, Julio Cobos, quien todavía está esperando que el kirchnerismo le muestre la plataforma electoral.
HUGO GRIMALDI
DyN