El 3 de junio pasado la sociedad neuquina votó por el cambio. Tanto Sapag, como Quiroga, Podestá y Fuentes expresaban ese imperativo. La gente, harta de los desplantes de Sobisch, se inclinó por el "cambio positivo" que proponía el primero de los candidatos. Y el eslogan resultó certero, porque expresó las expectativas ciertas pero hasta el momento acotadas de la población: cambio sí, pero sin salto al vacío; sin arriesgar por ahora lo adquirido. Algo diferente pero dentro de ese territorio relativamente seguro que es todavía el MPN.
Conviene recordar este antecedente sencillo y obvio porque preside la etapa que atraviesa la provincia y ninguno de los actores presentes en el escenario político podría ignorarlo sin sufrir de algún modo las consecuencias.
Lo dicho viene a cuento del hecho más relevante ocurrido esta semana en el plano político, que ha sido la decisión del bloque de diputados del MPN de modificar el reglamento interno de la Cámara para ajustar el quórum y la mayoría en las comisiones a las necesidades de la fuerza que será primera minoría en el próximo período.
Se trata de algo que la ciudadanía no le otorgó al partido provincial en las urnas el 3 de junio pasado y que entraña por lo tanto una defraudación, porque esa fuerza no podría haberlo obtenido sin apelar al "favor" del bloque emepenista actual, que sí tiene la mayoría en este período pero no cuenta con mandato para gobernar más allá del 10 de diciembre.
Sapag ha explicado que no se trata de un prematuro quebrantamiento de sus promesas de mayor pluralismo y búsqueda de consenso con los restantes sectores políticos algo que se conecta con el reclamo de cambio y la necesidad de restañar las heridas dejadas por el autoritarismo de Sobisch, sino de una simple modificación de un reglamento, de un cambio "de forma y no de fondo", imprescindible para garantizar la "gobernabilidad" e impedir una eventual parálisis legislativa.
"Una Legislatura trabada es una democracia trabada", ejemplificó el gobernador electo en charla con este cronista y subrayó que, a su entender, "las reglas de juego las pone el gobierno elegido" ya que así es la democracia.
También ilustró sobre la génesis de esta jugada que burló a la oposición y desató inmediatamente sus iras al referir que fue un acuerdo entre los bloques saliente y entrante del MPN y que tanto el gobernador actual como él mismo dieron luego su conformidad. Algo que resulta un tanto ocioso, porque un día antes había sido el propio Sobisch quien había salido, al parecer gustoso, a aclararlo.
Inclusive, la oficina de prensa del gobernador se preocupó por propalar la novedad a los cuatro vientos, como para que queden pocas dudas de que, más allá del discurso florido y el marketing electoral, él y su sucesor podrán tener diferencias de estilo pero siguen siendo socios.
En realidad el MPN en cualquiera de sus versiones, sapagista o sobischista, ha sido siempre un cultor de la mentada "gobernabilidad". El partido que ha conducido durante el último medio siglo los destinos de la provincia tiene vocación hegemónica y ésta se ha expresado entre otros ámbitos en la Legislatura.
Esto ha sido así al principio, cuando el sistema de representación era de mayoría y minoría, y luego, a partir de la introducción del sistema proporcional, a través de mecanismos non sanctos, como la compra de diputados opositores o el auspicio a fuerzas satélites, que acompañan cualquier aventura al amparo de la suculenta pitanza oficial.
Sobisch no ha sido un precursor en la materia, pero sí quien ha llevado este modus operandi a extremos impensados. De hecho, burló una y otra vez a las restantes fuerzas políticas y convirtió a sus diputados y socios en disciplinados levantamanos, y con ello llevó al Poder Legislativo a una verdadera atonía institucional.
Al abrir prematuramente el paraguas de la gobernabilidad, Sapag se ha privado de ensayar de entrada un modelo diferente y opuesto, basado en el respeto a las minorías y en la aceptación de las diferencias, y edificado sobre el consenso y no sobre el peso abrumador de un discurso uniforme. Al fin y al cabo, el gobernador electo es un hombre del derecho y no debiera olvidar que la ciudadanía no sólo eligió al "gobierno" es decir a él y a sus incondicionales sino también a los diputados, a todos los diputados.
Con esta actitud, Sapag también ha dejado entrever la sombra de una peligrosa continuidad con el estilo actual, algo que pone tempranamente en entredicho los alcances de su predicado "cambio positivo". Y es aquí donde el mandatario electo debería tener presente que una violación de la palabra empeñada podría drenar rápidamente el consenso político que ha acumulado.
En todo caso, no es Sobisch quien saldrá perjudicado de un eventual desencanto del electorado con el gobierno. Por el contrario, el actual gobernador parece empeñado en hacer todo lo necesario para perjudicar a su antiguo compañero. Inclusive, cuando aparece haciéndole un favor con el reglamento legislativo y, sobre todo, cuando le deja el terreno minado en materia de finanzas.
Respecto de esto último, en el sapagismo afirman que, en cifras redondas, quitando sueldos, amortización de la deuda y coparticipación municipal, de los 4.300 millones de presupuesto previsto para el año próximo a Sapag le quedarán apenas 500 millones para funcionar y hacer obra pública.
A pesar de la ceguera de Sobisch, que procede como si su partido gobernara por mandato divino, el MPN es una fuerza en retirada, que a duras penas logra conformar a una sociedad fatigada de tanta discrecionalidad. Este año ha perdido en las principales ciudades de la provincia: Neuquén, Centenario, Plottier, Cutral Co, Plaza Huincul, Chos Malal, Rincón de los Sauces...
Allí donde ha recuperado el gobierno, como en Zapala, no ha sido porque haya ofrecido una alternativa que la sociedad estuviera esperando, sino porque quienes gobernaban cometieron el pecado de marchar divididos a las urnas. La única excepción a este retroceso parece ser San Martín, cuya intendenta electa ha sido una decidida opositora al actual gobierno provincial.
Sapag tiene la oportunidad de dar vuelta esa página desventurada de la historia provincial que es el sobischismo, pero para eso debe profundizar sus diferencias con el arbitrario modelo actual. Más aún, debería tenderle una mano a esa parte importante de la sociedad a la que este gobierno le ha dado la espalda. Su eventual triunfo sería también el de su propio partido. Pero si así no fuera, y el MPN se siguiera revelando incapaz de llenar las expectativas de la sociedad, las condiciones están dadas para que fatalmente otro u otros ocupen su lugar.
HÉCTOR MAURIÑO
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