Viernes 16 de Noviembre de 2007 Edicion impresa pag. 32 > Sociedad
Horror y lágrimas en el desierto más grande del mundo

Las réplicas, la falta de agua y el temor a los saqueos se adueñaron ayer de las norteñas localidades de Tocopilla y María Elena, donde miles de chilenos perdieron sus casas por el terremoto. Los lugareños aguardan impávidos frente a los escombros de lo que hace horas eran sus hogares. Ambos poblados parecen golpeados por la ira de Dios. El polvo y los cerros desérticos dominan el horizonte, tras el movimiento telúrico de 7,7 grados en la escala de Ritchter. Personas provenientes de otras localidades intentan ingresar a ambas localidades, para socorrer a sus familiares. "Necesitamos ayuda urgente" dijo un hombre en Tocopilla a la televisión, mientras sus vecinos miran el límpido cielo, intentando localizar el helicóptero que trae a la presidenta Bachelet, encabezando la entrega de 14 toneladas de frazadas y remedios.

Comandos policiales copan las calles e intentan calmar a la población, que durmió en sus autos o en carpas, amparados por fogatas comunitarias que iluminaron la noche más larga del desierto este año. "Tuvimos demasiado miedo", reconoce abrazado a su mujer un hombre de Tocopilla, ciudad costera ubicada a 1.556 kilómetros de Santiago, en la cual sus habitantes corrieron de sus casas, atemorizados por la posibilidad de un maremoto, que fue descartado. "No ha venido nadie, no nos han traído comida", reclamó una mujer mientras mostraba a los canales su casa con daños severos, al igual que otras 4.000 viviendas en Tocopilla.

En el hospital de la ciudad, prácticamente inutilizado, los funcionarios cuidan en la calle a los enfermos. Por lo pronto, el Ministerio de Salud comunicó la vacunación masiva de la gente en ambos Tocopilla y María, para evitar epidemias o muertes por infecciones.

En el epicentro del sismo, en el descampado de Quillagua, el dirigente vecinal Víctor Palape, dijo que los 47 habitantes de la zona temían un terremoto mayor, tal como han anunciado los científicos por décadas. Nadie hasta ahora negó esa posibilidad. O sea, que el sismo sea sólo un preludio de un gran terremoto, como el que hundió bajo el mar a la sureña ciudad de Valdivia en 1960. En el resto de la región, la situación es prácticamente de normalidad. Los 300.000 habitantes de la capital regional, Antofagasta, recuperaron los suministros básicos y las clases se normalizarán hoy. Las grandes cupríferas volvieron a sacar de la tierra toneladas de minerales y los observatorios europeos siguen mirando las estrellas. (DPA)

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