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Vuelve la violencia sindical |
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Aquella refriega brutal que se tuvo lugar el lunes frente a la Legislatura porteña, en que varios centenares de sindicalistas del transporte protagonizaron una batalla campal contra efectivos de la Policía Federal, de los cuales 22 sufrieron heridas, fue motivada no sólo por la resistencia de los camioneros, taxistas y choferes de colectivos a verse obligados a respetar las leyes del tránsito sino también por la voluntad de los jefes de la CGT de advertirle a Cristina de Kirchner que no le convendría en absoluto oponerse a sus pretensiones. Además de chocar con violencia contra las fuerzas policiales, las huestes de Hugo Moyano amenazaron con paralizar el país declarando en huelga todos los medios de transporte, incluidos los trenes y aviones, en señal de protesta por "la represión". Aunque el presidente Néstor Kirchner intervino personalmente para que la CGT desistiera de poner en marcha el paro previsto, en vísperas de la inauguración de la gestión de Cristina se dejó sentado que en cualquier momento y bajo cualquier pretexto Moyano y sus laderos podrían inmovilizar el país, provocando así un sinfín de inconvenientes de todo tipo. Ya no cabe duda de que el desafío planteado por los sindicalistas incidirá de manera profunda en la gestión de Cristina. A juzgar por sus propias declaraciones, la futura presidenta quiere basarla en un "pacto social" según el cual sindicalistas y empresarios tendrían que llegar a acuerdos sobre asuntos como la magnitud de los aumentos salariales, la evolución de los precios y otros temas afines. Si bien es escasa la posibilidad de que otro arreglo de esta clase sirviera para mucho, parecería que Cristina está tan resuelta a intentarlo que está dispuesta a invertir buena parte de su autoridad en un esfuerzo por convencer a los eventuales participantes a firmar por lo menos algún documento. Para lograrlo tendría que contar con la buena voluntad de todos, pero ya antes de producirse los disturbios en Capital Federal los dirigentes sindicales le habían hecho saber que compartían la opinión generalizada de que son fraudulentos los índices oficiales relacionados con el costo de vida. Puesto que Cristina jura confiar en las cifras difundidas por el INDEC manejado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, mientras que los sindicalistas dicen creer que la tasa de inflación auténtica es dos o tres veces mayor, no hay ninguna esperanza de que de las deliberaciones de las corporaciones que es de suponer serán convocadas por la presidenta surja un acuerdo salarial que satisfaga a todos. Merced en buena medida al intento insólitamente torpe del gobierno de Kirchner de manipular las estadísticas económicas, los dirigentes sindicales están preparándose para una ofensiva salarial. El presidente ya saliente lo comprende, de ahí la alarma que le causó la imprevista amenaza de Moyano de parar todo el transporte del país. Sabe que, si el camionero es capaz de hacerlo a raíz de un episodio como el del lunes, no vacilaría en cumplir con sus amenazas si estuviera en juego algo tan importante como las pautas salariales para el año que viene. Por lo demás, los sindicalistas entienden que si brindan la impresión de anteponer su propia relación con el gobierno a las aspiraciones salariales de los afiliados no tardarán en verse desbordados por otros dirigentes menos cohibidos. Dadas las circunstancias, la actitud de los halcones sindicales puede comprenderse. Conforme a las mediciones no oficiales, la tasa de inflación se aproxima al 20% anual, de suerte que la suba constante de los precios ya ha devorado los aumentos que fueron otorgados a fines del año pasado o a comienzos del corriente. En vista de que mientras tanto la economía ha crecido mucho y algunos sectores de la población disfrutan de un boom de consumo estimulado por el gobierno, es lógico que quienes se sienten rezagados hayan llegado a la conclusión de que es hora de recuperar el terreno perdido. Desgraciadamente para Cristina, la toma de conciencia así supuesta ha coincidido con la transición entre el gobierno de su marido y el que ella encabezará, con el resultado de que todo hace prever que sus primeros meses como presidenta serán dominados por una serie de conflictos laborales. |
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