El oficialismo está extraviado. La del domingo no pasará como una elección más. Marcará la división del radicalismo. Esa fuerza adueñada del gobierno provincial desde hace 24 años. Muchas reflexiones se sucedieron después de la derrota. Pocas autocríticas. "Yo asumí la responsabilidad en la del 2005, ahora nadie la asume", se desligó Saiz.
La caída electoral impacta en el gobierno. Con Verani, perdió Saiz y los suyos. Con tan obvia resultante cuesta entender otras razones esgrimidas para despegar al gobernador.
Paralizado en el análisis, el oficialismo se sorprendió cuando Juan C. Scalesi zamarreó a parte de la dirigencia porque entendía que no habían aportado en la campaña. El gremialista transparentó una opinión intestina. Lo conocen poco y nada los que creen que Scalesi sólo transmitió el pensamiento ajeno. Se sintió vapuleado por ciertos radicales y lo dijo. Así es Scalesi, ahora diputado electo y protagonista de la Concertación oficial.
El legislador Daniel Sartor uno de los mayores hacedores de la política radical de la última década delineó un pronóstico realista. "Los radicales ya están divididos, pasaron cosas que nos separan. Habrá diferentes caminos", repitió en varios auditorios. Este resultado es inevitable. Queda saber cómo se reagruparán y qué marchas adoptará cada sector.
Saiz se mantuvo en la suya: dejar la acción y los hechos en poder de otros. Habló con el gobernador mendocino y vicepresidente electo, Julio Cobos y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Con ambos se reunirá esta semana en Capital Federal aunque su expectativa está centrada en un encuentro con el matrimonio Kirchner. Espera obtener alguna precisión del destino de la Concertación y sus impulsores.
Mantuvo reuniones personales o reducidas con ministros, Bautista Mendioroz y legisladores. La más pública fue la del martes con Verani y Sartor. El mandatario escuchó, fingió y repitió evasivas frente a raras propuestas para su segundo gobierno. Todos se fueron con más dudas que precisiones aunque Saiz transmite que atesora y reserva definiciones.
Todo se sabrá a fines de noviembre, insiste. El anuncio será el 8 de diciembre, agregó. Una referencia arriesgada por el recuerdo de su primera conformación de gabinete. Aquella que concluyó con ofrecimientos y aceptaciones a las apuradas. Sus resultados son conocidos. ¿Esa experiencia servirá de algo?
Sigue creyendo en que el paso del tiempo es su mejor respuesta. Espera ver qué actitud asume la conducción nacional.
También monitorea a sus funcionarios que comulgaron con el plan anti-K. "Van a irse solos", vaticina. Pretende que los suyos controlen su ansiedad. "No es bueno lo que hizo (el neuquino Jorge) Sapag que adelantó el anuncio de los cambios", expresó. Son hilos sueltos abandonados por Saiz y expuestos a extraños avatares. Ante ese esquema, el accionar y el pensamiento del resto de la dirigencia es esencial.
En la campaña mantuvo paciencia extrema, pero Fernando Chironi reaccionó cuando desde el oficialismo se lo culpó del fracaso. Sólo fue un reflejo, después retornó al mensaje conciliador. Incluso controló al díscolo Gerardo Morales.
¿Todo fue espontáneo? No, Chironi abrió un incipiente canal con el oficialismo. ¿Se trata solamente del diálogo con Daniel Agostino, un ex aliado con quien mantiene contactos? ¿Hay alguien más en la línea? Puede ser
El gobernador continúa molesto con el diputado. Lo culpa de la intervención. Un punto de inflexión para Saiz.
El intendente Jorge Ferreira y Mendioroz arriman palabras de acercamiento. Hay otros. Comparten una visión: hay que reagruparse para mantener el poder.
Igual diagnóstico tiene el sector más belicoso, pero opta por una receta distinta: se debe bucear otros campos, consolidando la Concertación. Para eso, Sartor, Verani y el ministro Iván Lazzeri revalidan a radicales y miran a semejantes, como el cipoleño Alberto Weretilneck.
Chironi sabe y actúa en esa polaridad. Intenta reconstruir lazos con algunos. Acumuló como toda la dirigencia oficialista poder desde el Estado. Enfrentó ahora al oficialismo desde el desierto y sufrió la cruda intemperie. Pretende mínimas garantías para los suyos, muchos en riesgo de quedar fuera de la protección estatal. Ya nada será igual. Hay voluntades incompatibles. Muchas pasiones supieron controlarse en otras crisis. Sólo que ahora falta conducción.
La alineación presidencial expuso otra vez las contradicciones. Juan Francisco Correa es secretario del Gobierno y se alineó a la orgánica de la UCR, detrás de la fórmula Lavagna-Morales. Acompañó la postulación a senadora de su esposa, la ex legisladora Olga Massaccesi.
Correa conduce la Secretaría de Planificación. Un área que debe ser estratégica, pero que no siempre lo es. ¿Qué ideas subsisten? ¿Predominan las kirchneristas de Saiz o las opositoras radicales? Es cierto que el gobernador poca atracción expresó por Planificación, salvo con el lanzamiento del plan Río Negro 2015. Esa antinomia no ofrece opción: Correa dejará el gobierno. Entre otros lavagnistas, el presidente de Edhipsa, Roberto De Bariazarra tiene igual destino.
La dualidad expone otros hechos. Las renuncias masivas pedidas por Lazzeri en Gobierno y Alfredo Pega en Familia son acciones aisladas. "El gobernador no pidió dimisiones", coincidieron otros tres jefes de carteras.
Confusión plena. Cada ministro actúa por su evaluación. Saiz pide controlar ansiedades frente a los que reclaman por su futuro. En contrapartida, los suyos activan partidas. Llegará el momento en que Saiz tendrá que sorprender, pues si no su poder se devaluará antes del inicio de su segunda gestión.
El triunfo de Pichetto fue el resultado de su tenacidad y voluntad. El lunes volvió a Capital Federal. Lo hizo, como pocas veces, atesorando acreencias políticas.
"Hubo que resistir las directivas del gobierno nacional de ir todos con la Concertación, pero valió la pena mantener la oposición en Río Negro", se sinceró. Una razón que derivó en goce personal y rédito propio.
Habrá tiempos de revanchas. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández fue siempre insistente en esa alineación con la Concertación y lo abandonó para el cierre de campaña en Cipolletti. "Problemas de agenda", argumentaron en la Rosada. Otros hablan de un oportuno llamado de la Casa de Gobierno provincial.
Son tiempos para aquietar expectativas. "Me ocuparé del escenario nacional", advierte Pichetto. Si se reserva un rol central en la conducción política de la oposición en Río Negro. ¿Será desde la presidencia del PJ? Se verá.
No será el senador quien complique la convivencia con Carlos Soria y Julio Arriaga. Ellos tendrán bastante con sus temperamentos.
ADRIÁN PECOLLO
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