BUENOS AIRES, (Télam).- En su nueva novela, "La muerte lenta de Luciana B.", el escritor Guillermo Martínez plantea una trama enigmática en la que se suceden una serie de muertes con dos posibles culpables, como trasfondo para reflexionar sobre las proporciones de la justicia, el castigo y la venganza.
La vida de la joven Luciana se verá seriamente alterada cuando comiencen a morir todos los integrantes de su familia y ella se pregunte si no se trata de una venganza de Kloster, un reconocido escritor que la había contratado años atrás como asistente, pero a quien había abandonado luego de una demanda por acoso.
Poco después de la disputa judicial, el escritor vio cómo se diluía su matrimonio y la custodia de su hijita quedaba en manos de su mujer, hasta que la pequeña muere ahogada en la bañadera y su mujer se suicida, justo poco antes de que comiencen las muertes alrededor de Luciana.
Ya desde el epílogo, da pistas sobre la trama, con una referencia a Giacomo Casanova que dice: "Todo lo que choca en física sufre una reacción igual al choque, pero en moral la reacción es más fuerte que la acción. La reacción a la impostura es el desprecio; al desprecio, el odio; al odio, el homicidio".
"La novela apunta a la idea de la venganza, las proporciones de la justicia y el castigo. Me interesaba esta especie de escalamiento de las represalias, un mecanismo humano con una connotación trágica, ya que uno no puede cuantificar el dolor del otro y por eso castiga en exceso, creo yo, para asegurarse de que el otro sufra tanto como uno", señaló Martínez a Télam.
Tal como indica la obra, "la primera mención a una proporción de justicia en la Biblia es cuando Dios le promete a Caín que si alguien lo mata, recibirá una venganza siete veces mayor, lo que me resultaba interesante porque se supone que Dios es la fuente de toda razón y justicia y cuando le toca a Él castigar, lo hace en una proporción de siete a uno", acotó el autor.
"¿Esto se debe al hecho de que al poder le interesa el escarmiento en exceso como una manera de inhibir cualquier resistencia posterior o bien, hay una idea por detrás de que el agresor tiene que quedar en peores condiciones que el atacado; de que tiene que haber una asimetría en el castigo y el agresor se tiene que llevar la peor parte?", se preguntó.
Con un narrador en primera persona que hace de suerte de confesor de los protagonistas de la historia, Martínez mantiene la intriga hasta el final, mientras las muertes de la realidad se entrecruzan con las muertes de las ficciones de Kloster, y los personajes acuden a su destino como en una tragedia griega.
"A la justicia no le importa cuál es la verdad, sino las versiones de lo que se puede demostrar", dice uno de los personajes, en un pasaje de la novela editada por Planeta, mientras el lector deberá discernir entre la responsabilidad de Kloster o la culpabilidad y autoflagelo de Luciana.
"Esto es lo que pasa también con un crimen fuera de lo común, como el de Córdoba o el caso Madeleine. Se sabe que hay una verdad pero aparecen pistas contradictorias, hay varias posibilidades y ninguna predomina, que es lo que ocurre en esta novela: hay dos campanas y el lector tiene que tomar una decisión personal de a quién creerle y cómo fueron las cosas", azuzó.
Martínez no se priva de hacer guiños al mundo literario, al hablar de Kloster "un mero autor de meros policiales", a quien le comienza a ir muy bien con sus novelas, por lo que "la máquina de pequeños resentimientos del mundillo literario se había puesto en marcha contra él" e incluso aprovecha para zanjar una vieja discusión sobre "una taza de café con leche".
"La polémica giró acerca de si estaban liquidadas las posibilidades expresivas de la narrativa y las novelas estaban condenadas a ser una repetición de fórmulas donde un personaje en algún momento pregunte 'querés una taza de café con leche', ese tipo de frases muertas y convencionales", recordó Martínez.
"Y yo decía continuó que un escritor con suficiente imaginación puede hacer cien novelas donde la taza de café con leche tome un significado novedoso, fresco y sea central, por eso aparece en esta novela en un momento crucial, cuando Luciana se da cuenta de que Kloster pudo haber matado a su novio envenenando la taza de café con leche", señaló Martínez, entre risas.