Para muchos individuos, el que el gobierno socialista español haya decidido que a partir del 2009 los nietos de quienes emigraron de su país podrán conseguir la ciudadanía es, sin duda alguna, una muy buena noticia. También lo es para ellos que la Unión Europea haya optado por hacer mucho más fácil la inmigración de extracomunitarios altamente calificados que recibirán una "tarjeta azul", una versión transatlántica de la famosa "green card" norteamericana. Para la Argentina, en cambio, el interés creciente no sólo de los países europeos sino también de Estados Unidos, el Canadá, Australia y Nueva Zelanda en atraer a inmigrantes bien preparados no es tan positivo. Al multiplicarse los incentivos y reducirse los problemas legales para los científicos, técnicos, médicos y otros profesionales en los países más desarrollados, nos resultará cada vez más difícil convencerlos de quedarse aquí. Por lo demás, la existencia de comunidades importantes de argentinos en el exterior, más los avances constantes de las comunicaciones electrónicas, significa que para el sector clave así supuesto emigrar ya puede considerarse una alternativa normal.
Los motivos de la liberalización parcial de las leyes migratorias en los países del Primer Mundo no constituyen un secreto. Como consecuencia de la caída precipitada de la tasa de natalidad, les está resultando difícil encontrar personas capaces de desempeñar funciones esenciales en un momento en que la competitividad relativa de las distintas economías depende cada vez más del nivel intelectual de todos, desde los investigadores y gerentes, hasta los que cumplen las tareas más rudimentarias. Pero los mismos principios rigen en todos lados, de modo que mientras que los países receptores de inmigrantes seleccionados se ven beneficiados, sus países de origen son perjudicados. Aunque por un tiempo las remesas de dinero enviadas por los emigrantes pueden ayudar a las economías de países atrasados, no serán suficientes como para compensar los perjuicios ocasionados por la pérdida de quienes en otras circunstancias impulsarían el desarrollo.
Por razones evidentes, los países más avanzados quieren atraer a las elites de los rezagados y mantener a raya a los semianalfabetos y a los que no se esfuerzan por adaptarse al estilo de vida propio de sociedades modernas, mayormente laicas y democráticas. Es por eso que están erigiendo barreras contra los inmigrantes ilegales procedentes de África, América Latina y muchos países de Asia, sobre todo si es cuestión de musulmanes. Si bien tales inmigrantes pueden hacer los trabajos que desdeñan los europeos y norteamericanos, los problemas sociales y políticos que suelen provocar han producido una reacción muy fuerte de quienes se sienten "invadidos" por personas de culturas ajenas que se resisten a asimilarse. En cambio, con escasas excepciones, los profesionales bien calificados ya están familiarizados con las modalidades del Primer Mundo y por lo tanto su presencia no plantea demasiados problemas.
Para la Argentina, la búsqueda agresiva por parte de los miembros de la Unión Europea, además de Estados Unidos, el Canadá, Australia y Nueva Zelanda, de personas talentosas y capacitadas en el Tercer Mundo constituye una amenaza grave, ya que por su formación cultural nuestros profesionales pueden integrarse sin dificultad alguna en los países ya ricos, de modo que de estallar una nueva crisis económica podría producirse un movimiento emigratorio aún mayor que el que se dio en el 2001 y 2002, cuando el colapso económico y la virtual confiscación de los ahorros de la clase media llevaron a muchos a pensar que la Argentina no tendría futuro. Puesto que es imposible impedir que se vayan los tentados a probar suerte en el exterior y cualquier intento de hacerlo resultaría contraproducente, tendremos que hacer todo cuanto resulte necesario para convencer a los más capacitados de que las perspectivas que les ofrece el país son iguales a las que les esperan en Europa, América del Norte o Oceanía, cuando no sean mejores. En tal caso, incluso podríamos vernos beneficiados por la inmigración de profesionales europeos atribulados por los problemas sociales causados por la inmigración indiscriminada.