El título, de un libro de Guillermo O'Donell, viene bien para el "te cuento" que sigue, porque se refiere a las tribulaciones de un pobre jubilado (hay unos pocos jubilados que no son pobres), sofocado por las tenazas del Estado argentino que, para obtener un préstamo del Banco Nación, estatal, le exige un documento de identidad que el mismo Estado le niega. No voy a hablar de Kafka, porque él jamás pudo haber imaginado la trituradora que paso a describir.

Resulta que este pobre hombre supo, por un amigo, que el mentado Banco otorgaba préstamos para comprar unas hermosas computadoras en alrededor de 1.600 pesos, a pagar en 40 cuotas mensuales y sin interés alguno. A pesar de las dificultades, propias de su avanzada edad, con la informática, se entusiasmó con la posibilidad de abandonar su vieja Rémington y de cambiar la carta manuscrita por el mail, y fue a la sucursal. Allí, tras una espera que no por larga logró enfriar su entusiasmo, un amable empleado le dijo que para iniciar el trámite debía volver con tres recibos de la Anses, una factura de algún servicio y su documento de identidad. No dejó de preguntarse por qué tres recibos y no cuatro o uno, pero bien.

Volvió al día siguiente, más temprano para esperar menos, pero no tan temprano como para evitar que le tocara el número 69 cuando todavía iban por el 53 y había un solo empleado trabajando.

Cuando ya llevaba media hora de espera, siempre con un solo empleado que apenas había logrado avanzar tres números, sorprendió al subgerente en un pasillo y le contó. El subgerente, tan amable como el empleado, le explicó que la demora se debía a que el trámite era complicado. El jubilado se atrevió a contestar que había tres "boxes" y un solo empleado, y sugirió que asignaran un empleado más.

¡Oh maravilla!, el otro empleado vino, accionó el botón electrónico y los números empezaron a moverse con más velocidad. No habían pasado más de 15 minutos cuando el número 69 refulgía en la pantalla.

Se sentó mientras resonaba en su mente una frase del folleto de las computadoras que abundaba en unas mesas: "Estar actualizado es mantenerse joven". Dejó los papeles sobre el mostrador y le dijo al empleado que quería "esa" computadora, señalando con el dedo una de las tres que figuraban en el folleto. El empleado le contestó que no, que las ofertadas ahora eran otras y le hizo ver un texto en letra diminuta que decía "las fotos son a modo ilustrativo". En otras palabras, "ésas no son". Pero había otra.

De modo que todo iba aceptablemente bien. Hasta que se planteó un problema aún irresuelto, el de la identidad. Porque en este país hay cédulas de identidad federal y provinciales, pasaporte, licencia de conducir, pero el único válido ante el Banco de la Nación Argentina (sí o sí dijo el empleado, y para cualquier trámite) es el Documento Nacional de Identidad. Y resulta que al jubilado se lo habían robado hacía dos meses.

Ningún otro documento sirvió. Ni la cédula de la Federal, ni la licencia de conducir, ni la constancia de que se había solicitado el duplicado del DNI inmediatamente después del robo. Tampoco el pasaporte, que tiene el mismo número que el DNI.

El jubilado argumentó: "En dos meses el Estado no le había entregado el duplicado, y según dicen puede pasar hasta un año. Y ustedes, que son un banco del Estado, me dicen que sin el DNI no me dan el préstamo que el Estado me ofrece". De la respuesta el Banco Central ordena que el peticionante debe presentar el DNI "o la Libreta de Enrolamiento" surgió una probable solución, porque el jubilado recordó que sí conservaba, ajada y rota, su Libreta de Enrolamiento, esa antigüedad que contiene fotos en colores de la bandera, el escudo y la escarapela, el mapa de la República y la letra completa, original, del Himno. De modo que volvería a probar.

Volvió a probar, y volvió a perder. El abogado del banco le hizo decir que la libreta no sirve cuando ha sido reemplazada por el DNI. El jubilado se fue, sin poder ocultar una gruesa lágrima que rodó por su mejilla. Para aliviar su pena, se detuvo a contemplar un cartel mural de la avenida Argentina que, refiriéndose a la anatomía de ciertas partes masculinas y a la corrupción, trataba sin ninguna consideración al gobernador de la provincia.

JORGE GADANO

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