Las tesis conspirativas gozan de enorme popularidad. En una sociedad mediática el periodismo alimenta, en ocasiones de modo inconsciente, el aderezo informativo de algunas crónicas políticas o policiales. Al incorporar elementos propios de los relatos de ficción, se consigue atraer al lector, aun a costa de sacrificar el principio de veracidad. Es lo que ha acontecido en algunos comentarios periodísticos que han seguido a la publicación de la sentencia que en España condena a los responsables del 11-M.
La sentencia, con enorme cuidado, se limita al relato de hechos considerados probados y bajo esos presupuestos condena a quienes considera incursos en distintos niveles de autoría. Exime de toda responsabilidad a algunos acusados a los que en el sumario judicial se había considerado precipitadamente "cerebros" o autores intelectuales de la masacre.
Esa exculpación es la que ha dado pie a que el presidente del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, hiciera una declaración pública en la que exhorta a que se siga investigando, "ya que los acusados como inductores o autores intelectuales no han sido condenados como tales". El PP dijo, tras el 11-M, que ETA tenía algo que ver con el atentado, como un modo de evitar que los ciudadanos lo consideraran una brutal represalia inducida por la activa intervención de Aznar en la guerra de Irak.
Después de que la célula islamista que había perpetrado el hecho se autoinmolara en el inmueble en el que se habían refugiado en Leganés, una localidad vecina a Madrid, el PP siguió alentando la tesis conspirativa con insinuaciones, recogidas en los medios de prensa afines, sobre una supuesta manipulación de pruebas para ocultar la intervención de ETA. En una frase muy citada, Aznar afirmó entonces que "los autores intelectuales de los atentados, los que hicieron esa planificación, los que decidieron ese día, precisamente ese día, no creo que anden en desiertos muy remotos ni en montañas muy lejanas".
La sentencia dictada por la Audiencia Nacional descarta totalmente la autoría de ETA, señalando que los atentados de los trenes en cercanías de Madrid fueron perpetrados por una célula yihadista cuyos principales integrantes se suicidaron posteriormente en el piso de Leganés. Afirma que la tesis alternativa a la posible presencia de ETA no tiene sentido y advierte sobre el error consistente en aislar un dato, para descontextualizarlo y brindar una falsa impresión, obviando la obligación de valoración conjunta de toda la prueba que tienen los tribunales para llevar a una conclusión aplicando las reglas de la lógica y la experiencia.
Algunos comentarios periodísticos posteriores a la sentencia dan pábulo, sin proponérselo, a la tesis conspirativa. Por ejemplo, para la corresponsal de un diario argentino en España, la sentencia deja "demasiados cabos sueltos". Afirma que aunque se la quiere presentar como un "punto final" sobre lo ocurrido, el tribunal hubiese preferido encontrar al "cerebro", pero que esto no se ha conseguido. En el comentario de DPA publicado ayer en "Río Negro" se afirma que "el hecho de que no se sepa quién o quiénes fueron los instigadores hace presagiar nuevas polémicas, también teniendo en cuenta que en cuatro meses hay elecciones legislativas".
En el Código Penal español y en la mayoría de los códigos penales del mundo no existe la figura del "autor intelectual" o del "cerebro". Ésa es una creación periodística que proviene del mundo de la ficción. Cuando se hace referencia a las personas criminalmente responsables, el CP considera que son autores: 1º) Los que toman parte directa en la ejecución del hecho; 2º) los que fuerzan o inducen directamente a otros a ejecutarlo; 3º) los que cooperan en la ejecución del hecho con un acto sin el cual no se hubiere efectuado.
La figura que más se asimila a la de "cerebro" sería el inductor en la modalidad de mero consejero, sin participación material. Pero es un caso que raramente se presenta en el derecho penal puesto que, en el 99% de los delitos, los que han concebido y planificado la acción delictiva suelen tener algún grado de implicación material. En el caso de la célula yihadista de Madrid, dos de los autores materiales que se suicidaron tenían estudios de nivel universitario y han sido considerados por los investigadores como los líderes o dirigentes naturales del grupo. Si además se tiene en cuenta que Al Qaeda es una organización descentralizada, que se limita a emitir consignas estratégicas a través de internet, no hay motivos ni indicios que permitan pensar en la existencia de otros "cerebros" o "autores intelectuales" que puedan permanecen todavía ignorados u ocultos. En todo caso, algo que reconoce la sentencia sólo han habido algunos otros autores materiales que han dejado rastros de su ADN y de los que todavía se desconoce su identidad.
Por consiguiente, incurren en un error quienes opinan que todavía quedan "demasiados cabos sueltos". La sentencia del 11-M es, en líneas generales, una sentencia redactada con rigor intelectual y fuerte apego a la ley. La circunstancia de que se absolviera a quien una peregrina tesis policial presentara como "cerebro" con la única prueba de una supuesta conversación en árabe grabada por policías secretos italianos y cuyo sentido literal quedó en entredicho en el juicio habla muy bien de unos jueces que han evitado caer en la tentación de admitir inocentes chivos expiatorios. Dictar justicia es no sólo condenar a los culpables sino también eximir de responsabilidad a los inocentes.
ALEARDO F. LARÍA (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Abogado y periodista. Madrid