Mientras la algarabía popular se mantiene en su pico máximo, en los despachos gubernamentales se analiza qué hacer para detener la inminente "guerra civil" entre las ciudades aspirantes a ser sedes y, por sobre todas las cosas, se buscan soluciones para el problema infraestructural.
Pasada la fiesta, la tarea será pesada. Con cinco mundiales, el fútbol es sagrado en Brasil, pero sus estadios están por debajo de los estándares requeridos.
Lula da Silva prometió remodelar 14 estadios y construir cuatro más. Asimismo, el vecino país padece problemas crónicos de seguridad pública y deficiencias en transporte, por lo que se estima que la Copa costará 5.000 millones de dólares. "Ese presupuesto es bastante inferior a lo que realmente se demandará. Eso ocurre siempre", dijo el economista José Barros, de la Fundación Getulio Vargas, que ha estudiado el fenómeno.