Lo mismo que su equivalente argentino, el grueso de la clase política francesa ha reaccionado frente a los desafíos planteados por la globalización negándose a emprender las reformas estructurales que, según los economistas "ortodoxos", serán necesarias para que el país sea más competitivo, pero a diferencia de lo que ha ocurrido aquí los franceses eligieron a un presidente resuelto a luchar contra los intereses creados que están comprometidos con el statu quo. Según Nicolas Sarkozy, no es posible conservar mucho tiempo más un modelo que se caracteriza por la rigidez de la legislación laboral y un sistema previsional carísimo que privilegia tanto a los empleados del sector público que muchos pueden jubilarse a los 50 años. Aunque Sarkozy dista de ser un "neoliberal" entiende que, a menos que Francia liquide una parte del Estado benefactor generoso que se creó cuando las circunstancias económicas y demográficas eran muy distintas de las actuales, no sólo continuará retrocediendo en comparación con otros países sino que también terminará depauperándose, o sea que su destino no será muy diferente del de la Argentina que, por aferrarse a un orden determinado durante demasiado tiempo, se vio transformada de uno de los países más prósperos del mundo en uno en que la mitad de la población es pobre o indigente.
Aunque las propuestas de Sarkozy cuentan con la aprobación de la mayoría de sus compatriotas, muchos políticos e intelectuales, los estatales y, desde luego, los sindicatos están resueltos a defender el sistema existente, razón por la que acaba de iniciarse una serie de huelgas masivas que afectan al transporte y a los servicios públicos, además de manifestaciones callejeras multitudinarias. También se teme que se produzcan disturbios violentos en las ciudades principales y en los suburbios habitados mayormente por inmigrantes de origen norafricano. En 1995, tres semanas de huelgas de transporte lideradas por los ferroviarios y los camioneros resultaron suficientes como para hacer caer al gobierno del primer ministro Alain Juppé y postergar por doce años las reformas "liberales" impulsadas sin mucha convicción por el en aquel entonces presidente Jacques Chirac.
A partir de aquel año, el deterioro relativo de la economía francesa ha sido evidente. Además de perder terreno frente a su rival tradicional, el Reino Unido, que la reemplazó como "la cuarta economía del mundo" hasta que China se adueñó del lugar así supuesto, Francia ostenta una tasa de desocupación permanente que es más elevada que la de sus vecinos más importantes, propende a mermar el poder de compra de sectores muy amplios y la sensación de que el futuro será decididamente peor que el pasado reciente ha causado un malestar generalizado. Si bien según las pautas de otras partes del mundo Francia sigue siendo un país muy próspero, en comparación con el resto de Europa carece de dinamismo.
El desenlace de la batalla que se ha desencadenado en Francia será importante no sólo para los franceses mismos y sus socios europeos sino también para los habitantes de países como el nuestro, que tarde o temprano tendrán que enfrentarse con dilemas parecidos. Aunque puede comprenderse la resistencia al cambio de quienes tienen buenos motivos para suponer que estarán entre los perjudicados, a menos que una sociedad logre adaptarse al mundo tal y como es no le será dado disfrutar de un nivel de vida mejor que el de las generaciones anteriores. Consciente de esta realidad, el electorado francés otorgó a Sarkozy un mandato para llevar a cabo una serie de reformas sociales ambiciosas, pero mal que le pese no podrá instrumentarlas sin superar la oposición de quienes no quieren que se abandone un "modelo" que a su entender sigue siendo viable. Se ha abierto, pues, una etapa que con toda seguridad será muy conflictiva. Si Sarkozy es derrotado, es de prever que Francia, la que según el primer ministro François Fillon "está en bancarrota" de resultas de décadas de déficits presupuestarios acumulados, siga acompañando a Italia como uno de los "enfermos de Europa". En cambio, si por fin logra concretar sus reformas, los demás tendrán una oportunidad para ver si sirven para frenar la declinación de una sociedad que hasta hace poco tenía derecho a creerse una de las más exitosas del mundo.