Los concejales enfrentan en el tramo final de su mandato una encrucijada nada sencilla. Deben resolver si aprueban o no las restricciones al funcionamiento de los casinos, que ya acumulan más de un año de discusiones y replanteos.
La decisión está enmarcada por una presión a dos puntas. Los trabajadores del casino con marchas y bombos rechazan de plano el proyecto, especialmente en el artículo que les permite a las casas de juego abrir sus puertas sólo a partir de las 14. Descuentan que la medida provocará una ola de despidos.
Más silenciosa pero variada es la franja social que acuerda con las limitaciones y pide incluso mayor severidad. El objetivo, sostienen, debe ser el de poner freno al juego compulsivo y evitar que los vecinos de escasos recursos se sigan jugando en el casino "las monedas para la leche y el pan".
Esta última corriente de opinión desplegó sus argumentos durante la audiencia pública realizada el 28 de septiembre. En ese foro la defensa del casino sólo fue ejercida por la empresa, sus trabajadores y un funcionario de Lotería provincial. Pero no hubo expositores sin interés directo que cuestionen la regulación.Está visto entonces que será imposible conformar a todos, lo cual obliga a los ediles a sopesar cada opinión e inclinarse por la variante que menos daño provoque al bien común.
El casino fue explotado hasta hace 10 años por el Estado provincial. En ese entonces tenía una única sede en el microcentro de Bariloche, abría sólo por la noche y estaba claramente dirigido al público turístico. Luego de la privatización la empresa concesionaria impuso la entrada gratuita, amplió el horario (hoy funciona desde las 10 de la mañana), abrió un segundo casino en Onelli y Elflein y llenó las salas de máquinas tragamonedas, orientadas claramente a captar apostadores de bajos recursos.
De acuerdo a lo escuchado hasta ahora, el debate parece estar fundado en varias tesis erróneas. La empresa con concesionaria y sus empleados sostienen, por ejemplo, que el público jugador no tiene arreglo y que si le achican las posibilidades de concurrir al casino se volcará masivamente a las agencias de lotería o al juego clandestino.
La realidad indica sin embargo que la ludopatía se multiplicó severamente en Bariloche recién en la última década, y especialmente desde la apertura del casino de Onelli.
Pretender que la avidez de apostar por dinero es una conducta social eterna e inmutable es desconocer que la demanda bien puede ser inventada y estimulada allí donde no la hay. En eso consiste justamente el éxito de los buenos negocios.
El casino local -por caso- ha demostrado un despliegue de marketing que no puede exhibir en el terreno de la transparencia. Uno de sus directivos, Pedro Vara, participa activamente desde hace meses en el debate promovido por el Concejo, pero hasta ahora nunca expuso con claridad los números del negocio del juego ni precisó tampoco en qué medida la ordenanza en estudio afectaría su rentabilidad.
Quienes reclaman por límites al casino (la pastoral social, el sindicato de Comercio, la Justicia de Familia, ong que luchan contra las adicciones) no parecen inspirados por un conservadurismo moralista sino porque les preocupa el abandono del Estado en una cuestión relacionada directamente con las políticas sociales y la salud pública.
Esa demanda de respuestas también abreva en el interés por acotar un fenómeno de degradación social que no es un emergente inevitable del presente histórico sino el combustible de un emprendimiento que lucra con la debilidad ajena.
Si el casino produce despidos, también será obligación del Estado municipal ofrecer alternativas. Pero abstenerse de regular el juego por esa razón sería como derogar los impuestos al cigarrillo o levantar la prohibición de fumar en lugares públicos porque perjudican a los trabajadores del tabaco.
Además de estudiar el mejor horario para el casino y desalentar el juego entre los sectores más vulnerables, los concejales harían bien en corregir cuanto antes la irrisoria tasa de 3.400 pesos mensuales que esa empresa le paga al municipio.
También deberán revisar en algún momento la habilitación concedida al casino de calle Onelli, que no figuraba en el pliego original de la licitación. No es un dato menor que ese local haya sido autorizado por el municipio durante la gestión de Atilio Feudal, cuyo empleo anterior y posterior a su paso por la intendencia fue como gerente del casino.
Lo urgente sin embargo es resolver la suerte del proyecto en análisis desde hace más de un año. Es posible que su contenido sea mejorable y no dé todas las respuestas esperadas, pero la peor salida sería dejar las cosas como están.
DANIEL MARZAL
dmarzal@rionegro.com.ar