El gobierno del presidente Néstor Kirchner no es el único que prefiere que la divisa de su país sea "competitiva", es decir, "débil", según la terminología tradicional. Comparten su punto de vista el chino, que a pesar de las presiones de sus socios comerciales se niega a permitir que el yuan se aprecie tanto como quisieran para que reflejara lo que consideran es su valor auténtico, y a su modo el estadounidense, que ha dejado de aludir a la supuesta necesidad de mantener "fuerte" el dólar y brinda la impresión de haber elegido permitirle caer mucho más, lo que sería una forma de exportar sus problemas económicos al resto del mundo. Puesto que a los norteamericanos no les preocupa demasiado la pérdida de valor de su moneda, que en lo que va del año se ha reducido el ocho por ciento, se prevé que seguirá cayendo en los meses próximos aunque la economía logre crecer a un ritmo respetable, lo que sería una mala noticia para aquellos países exportadores que dependen de la voracidad de los consumidores estadounidenses. Entre los más golpeados estarán los europeos. Una consecuencia de la suba reciente del euro frente al dólar ha sido la revisión hacia abajo de la tasa de crecimiento prevista para Alemania y otros países de la llamada Eurozona, que luego de un breve repunte parecen estar por recaer en el letargo. Desgraciadamente para ellos, les cuesta cada vez más exportar a Estados Unidos y a los demás países, incluyendo a la Argentina, en que el dólar es la moneda de referencia, mientras que los exportadores norteamericanos se han visto beneficiados.
Aunque desde hace años economistas prestigiosos han estado advirtiendo que, a menos que el dólar baje mucho, el ya insostenible déficit comercial norteamericano cobrará dimensiones cada vez más monstruosas, el que el ajuste que recomendaban se haya puesto en marcha ha causado mucha preocupación en el resto del mundo. En su último discurso como director gerente del FMI, el español Rodrigo de Rato habló del peligro que supondría una "caída brutal" del valor de la divisa estadounidense para la economía internacional, que a su juicio tendría que conformarse con un ritmo de crecimiento más lento. Huelga decir que la situación sería peor si, como muchos temen, Estados Unidos experimentara una recesión. En tal caso, sentirían los efectos los países "emergentes" que desde hace aproximadamente cinco años están disfrutando de una bonanza inédita de resultas de los precios muy altos de los commodities y de lo fácil que les ha sido conseguir créditos baratos y atraer inversiones. Si bien la Argentina se vería perjudicada por una eventual caída de los precios de los productos que exporta, en teoría debería estar en condiciones de soportar sin dificultades las turbulencias financieras que se prevén gracias al aislamiento que le supuso el default, pero para sorpresa de quienes piensan así resultó ser uno de los países más afectados por la crisis que se desató hace algunos meses en el mercado inmobiliario de Estados Unidos, de modo que no convendría que el gobierno creyera que sería invulnerable frente a los barquinazos ajenos.
La caída del dólar plantea dilemas espinosos a los muchos países que en los últimos años han acumulado cantidades inmensas de dólares y títulos norteamericanos que ahora han comenzado a perder valor. Si tratan de desembarazarse de ellos optando por otras monedas como el euro, no sólo contribuirán a acelerar la caída del dólar sino que también agitarán todavía más a los mercados financieros. En cambio, si deciden seguir apoyando el dólar, sólo podrán mantener cruzados los dedos y esperar que pronto se estabilice para entonces empezar a subir. Puesto que por su naturaleza los mercados cambiarios son imprevisibles, podrían equivocarse tanto aquellos que suponen que el dólar se devaluará mucho más antes de llegar a un punto de equilibrio como los que apuestan a que ya lo ha pasado y que por lo tanto no tardará en subir. En opinión de quienes se dejan guiar por el poder de compra interno de las distintas monedas, el dólar está subvaluado, pero a la luz de las distorsiones macroeconómicas que se ven en Estados Unidos, sigue siendo excesivamente fuerte. Así las cosas, intentar adivinar cómo evolucionará en los próximos meses es algo que muchos economistas preferirían dejar en manos de los astrólogos.