Martes 23 de Octubre de 2007 Edicion impresa pag. 02 y 03 > Nacionales
Lugar difícil para volver a hacer guardia

LA PLATA (ABA).- En el lugar domina un verde bellísimo. Logrado a mucha lluvia y tierra muy negra.

- Será difícil volver a hacer guardia aquí- dice "Río Negro" y el sargento de la Bonaerense que junto con dos efectivos más custodian la entrada del camino que lleva al lugar de la tragedia alza las cejas. No más. Está acosado por mosquitos, borceguíes y cansancio. Al fondo se distingue el bosque que rodea las instalaciones que custodiaban los tres policías asesinados en la madrugada del viernes. Sólo se ven techos y antenas. Y entran y salen vehículos de la policía, algunos de ellos con las características que le son propias a los de la sección inteligencia de cualquier organismo de seguridad: coches viejos, desvencijados. Estética apropiada para ser "uno más".

- Esto nos metió miedo a todos lo que vivimos por acá- sentencia un hombre de mediana edad, en cuya bicicleta porta un cajón con varias docenas de huevos.

- El sábado y domingo pasó mucha gente por acá... el crimen como novedad- dice un colega de una FM platense que aconseja: "Si te metés por los caminos linderos para buscar algún dato, no lograrás nada... Todo es silencio".

- No sé qué pudo haberles pasado a esos policías... Lo que sí le puedo asegurar es que las guardias fijas a cargo de varios efectivos, siempre tienden a relajarse. Algo distinto a cuando uno está solo. A nosotros nos pasó en distintas unidades en los comienzos del accionar de la guerrilla. Acá había un elemento adicional para confiarse: no se custodiaba un lugar de gran actividad. Era más bien pasivo- dijo a este diario el sábado un coronel retirado.

Vale un dato reciente. Hace algo más de dos meses, un grupo de civiles sorprendió a un retén periférico de Campo de Mayo. Redujo al cabo y a los cuatro soldados. Se llevaron cinco Fals y pistolas. Semanas después, los detuvieron y se recuperó el armamento.

La ruta que pasa frente al lugar de los asesinatos tiene leyenda impregnada en sangre. Conduce al centro de detención clandestino montado por la dictadura unos kilómetros más adelante y conocido como Arana. Lugar de tortura. Asesinato. Quema de cadáveres. Espacio en el que Von Wernich se sintió a sus anchas.

En el área está también el Regimiento 7 de Infantería. Los ingleses confiesan que les costó doblegarlo en la batalla por Puerto Argentino. Fue la hora gloriosa de la unidad. Pero tiene otras que no lo son: sus grupos de tarea fueron, junto a la Bonaerense, actores excluyentes en secuestros, torturas y desapariciones.

La Plata está rodeada de lugares que recuerda mucha de la sangre de aquel tiempo: Arroyo del Gato, Punta Lara, Arana, el bello parque Pereyra Iraola, las quintas del barrio Los Hornos. Tierras de macabra rutina: traer y tirarles cadáveres o traer vidas para liquidarlas ahí. Y de Los Hornos, precisamente, salió la banda que asesinó al fotógrafo José Luis Cabezas.

El sargento ya no sabe cómo sostener la Itaka. La pasa de una mano a otra. Y con la que le queda libre, combate contra los mosquitos.

El verde le pone calidez al lugar, pero no tapa la tragedia sucedida aquí.

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