Dicen que los argentinos tienen una cierta tendencia a la visión magnífica de sí mismos. Como en aquel crudo "chiste", que dice que un argentino es capaz de subir a un monte sólo para ver cómo se ve el llano sin él. Quizá se exagere. Pero, en oportunidades, crispan las contradicciones entre las grandes promesas y los pequeños gestos, que tienen escaso costo pero altísimo valor humano y moral. Esas humildes actitudes definen mejor a una sociedad, que el más grandilocuente de los discursos. Un par de ejemplos...
Hace dos años se firmó el estatuto del empleado municipal de San Martín de los Andes, tras largos reclamos gremiales. Hubo maravillosas alocuciones y anunciadas certezas de que crear una carrera municipal sería vital para mejorar los servicios al vecino. Los propios dirigentes sindicales ensayaron ese argumento.
El instrumento, entre otros alcances, impone evaluaciones periódicas para los empleados, atadas a una mejora del 5% del básico para aquel agente que pase los exámenes de desempeño. Es una forma de incentivo para la capacitación.
Pero el municipio se atrasó unos meses en las pruebas. La reacción de los agentes -al menos de los agrupados en ATE, los mismos que negociaron el estatuto- fue dar por concluida la espera y exigir que el 5% sea otorgado sin más trámite a toda la plantilla.
Hubo días de "acuartelamiento" en el corralón municipal (también se reclamaba la entrega de ropa de trabajo), hasta que finalmente primó la cordura. Pero a los fines del análisis, importa esa primera reacción, la del camino fácil.
Los municipales podrían haber lamentado la imposibilidad de demostrar su capacitación, y haber urgido al Ejecutivo para que se les permitiese cumplir con el estatuto, que ellos mismos celebraron dos años antes.
Los estatales argentinos han sido protagonistas de conquistas y luchas sociales históricas. Pero en ocasiones, tanto los gobiernos como los agentes públicos se comportan como si el Estado fuese un bien propio y un fin en sí mismo, sobre el que ninguna cuenta hay que dar. Eso es aún más patente en un municipio, cuya administración tiene sentido en la medida en que haya ciudadanos que lo sostienen con sus tasas e impuestos, y a los que hay que servir, si es posible, cada vez mejor.
El otro episodio se resume en pocas líneas: una alumna de la escuela 274 pasó las cuatro instancias previas a la olimpíada nacional de matemáticas, pero cuando fue a solicitar los aportes de práctica en el Consejo de Educación, con el fin de viajar a la gran final en Mar del Plata, se encontró con que ya se habían gastado en otros menesteres, a pesar de que este tipo de pruebas está previsto en el calendario escolar.
Esta indiferencia al esfuerzo ocurre con el mismo gobierno provincial que anuncia con trompetas que es de los que más invierte en cada alumno neuquino.
Pero la niña sí viajará a Mar del Plata, representando a una escuela pública, con los aportes surgidos de la comunidad. Acaso no todo esté perdido...
FERNANDO BRAVO
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