En el último instante de la temporada, ante un grande y en un grande: David Nalbandian recuperó la imagen de su hazaña de Shanghai 2005 al derrotar A Roger Federer por 1-6, 6-3 y 6-3 para conquistar el torneo de tenis de Madrid.
“Todavía estoy ahí, no como decían muchos, que me iba a retirar”, dijo el argentino, 25 del ranking, que hoy recuperará un lugar firme entre los 20 mejores del mundo.
David, que sumó el sexto torneo de su carrera y el primer Master Series, se convirtió además en el tercer jugador en 13 años que derrota a los tres top en un mismo torneo. Boris Becker lo había logrado en Estocolmo 1994 y Novak Djokovic en Montreal 2007.
Nalbandian, que en el primer trimestre del año pasado era el número tres del mundo, cayó fuertemente en el ranking tras 15 meses sin entrenador. En julio pasado contrató a Martín Jaite, y los resultados ya se notan, porque eliminó consecutivamente a Nadal, Djokovic y al gran Roger.
Todo pareció tomar un rumbo muy diferente en el primer set, claramente dominado por Federer y con la derecha de David floja. Surgieron, además, condimentos extratenísticos: en el quinto juego “Nalbi” reclamó ojo de halcón, que ante el asombro de todos no funcionó. En un juego en el que dispuso de dos breaks, el argentino no ocultó su enojo, porque estaba convencido de que el ace de Federer no había sido tal.
Volvió a pedir el ojo de halcón en el sexto tras un servicio suyo, y otra vez la tecnología dijo “no”. Un saque ganador de Federer a 189 kilómetros por hora le dio al suizo en 30 minutos el 6-1 inicial.
El partido entró en su mejor momento a partir del segundo: el argentino subió su nivel, y los puntos espectaculares se hicieron más frecuentes. Tras un gran juego Nalbandian quebró para 2-0 gracias a una derecha errada de Federer. Instantes después ganaba en cero el tercer juego para situarse 3-0.
“¡Vamos papá!”, gritó un argentino desde la tribuna del Madrid Arena, justo un momento antes de que se desatara lo insólito: Nalbandian paraba el partido porque un ruido extraño, en una de las esquinas de la cancha, lo perturbaba.
Nadie sabía qué era, hasta que un cámara de televisión descubrió el origen del ruido: una manguera de gas abierta, destinada a lanzar el confeti en la ceremonia de premiación, pero activa antes de tiempo.
Durante casi diez minutos nadie entendió qué sucedía, pero volvió la acción.
El de Unquillo mantuvo la concentración, defendió su servicio y puso el 5-2 con un drop al que Federer llegó para intentar pasarlo de derecha. No pudo, porque David aguantó su posición y definió con una volea paralela que lo sumió en la euforia.
Euforia multiplicada en el juego siguiente: tras un largo peloteo Nalbandian se vio atraído a la red y definió a lo grande, con un sobrepique de revés, casi un drop, al que Federer no pudo llegar. 75 minutos de juego y set iguales.
Había aroma a hazaña y así fue. El “Maestro” quebró para 2-1 con un revés largo de Federer, y el argentino siguió adelante convencido de que el partido era suyo. Otro problema técnico -una voz que se colaba por los altavoces- puso nuevos gestos de enojo en Federer.
El ojo de halcón volvió a la vida, pero sólo para demostrarle al suizo qe su derecha, en efecto, había sido larga. Nalbandian puso quinta y se alejó como si fuera a bordo de uno de esos autos de rally que tanto le apasionan. Y ganó a lo grande, subió a la red ante un desarmado Federer para rematar en una hora y 48 minutos con una volea de derecha.
Película repetida: dos años atrás Nalbandian llegaba sin convencer al final del año y sorprendía al mundo en el Masters de Shanghai, ante Federer. Madrid, para Nalbandian, tuvo sensaciones de Shanghai.
