| Ser madre es algo especial, pero en la Argentina parece serlo muchísimo más: serán las únicas en el mundo a quienes este domingo, tercero de octubre, le festejarán su día, cuyo invento encierra una tremenda paradoja: quien promovió la celebración, murió arrepentida de haberlo hecho.
Que este sea el único país en el que el Día de la Madre se celebrará el 21, no es para montarse en el bronce, ni para pensar que las progenitoras argentinas son las mejores, ni las más amadas; ocurre que en otros países, lo hacen en otra fecha.
En Indonesia fue el segundo domingo de febrero, en Bélgica el 8 de marzo, en España el primer domingo de mayo, en México el 10, en Paraguay el 15, en Bolivia el 27, en Tailandia el 12 de agosto y en Costa Rica el 15. El 8 de diciembre será el turno de las madres panameñas; y el 22, el de las que habitan Indonesia.
Otra larga lista de 40 países, entre ellos Alemania, Uruguay, Venezuela, Chile, Perú, Colombia, Italia, Japón, Turquía y Holanda, adoptó el segundo domingo de mayo, en honor a la fecha elegida en los Estados Unidos, donde nació el festejo.
La paradoja es que, quien impulsó esta celebración en el mundo, se arrepintió e hizo luego una demanda judicial para eliminarla del calendario. ¿Por qué tuvo esa loca idea de quitarles a las pobres madres un día de atención y cuidados?
En realidad, la celebración había nacido en Boston, en 1872, cuando Julie Ward Howe sugirió una fecha para honrar la paz.
Julie -que no tuvo, para su suerte, la oportunidad de conocer a la viuda de Mao ni a la de Ceascescu, y tampoco a Margaret Thatcher- entendía que las madres no querían dar hijos a la guerra y que festejar su día ayudaría a fomentar la armonía en el mundo.
En 1905, la joven Anna Jarvis, hija de una activista comunitaria del mismo nombre (que durante la guerra civil había atendido a los heridos y una vez terminada, había acercado a los contendientes) retomó aquella idea, la impulsó y logró que el festejo se extendiera a todo EE-UU. y luego al mundo.
Para lograrlo, envió cartas a políticos y personas influyentes pidiendo que se consagrara como Día de la Madre el segundo domingo de mayo, fecha cercana al aniversario póstumo de su madre.
Así, en 1914, apoyada por el presidente Woodrow Wilson, consiguió que el Congreso aprobara el segundo domingo de mayo como fiesta nacional, lo que fue rápidamente emulado por otros países.
Sin embargo, en 1923, al ver que la festividad se había mercantilizado y que con esto su objetivo -la paz y la ayuda al otro- había sido desvirtuado, Anna demandó judicialmente que se eliminara la celebración del calendario oficial de fiestas.
Pobre mujer! Llegaron hasta arrestarla por disturbios durante una reunión de madres de soldados en lucha, que vendían claveles blancos, símbolo con que habían identificado la fecha.
Finalmente, Anna perdió apoyo y con tristeza, en un reportaje, admitió: "Me arrepiento de haber impulsado el Día de la Madre, sólo ha servido para que los comerciantes se enriquezcan vendiendo regalos y ellas sigan procreando para la guerra".
Sin embargo, las primeras celebraciones del Día de la Madre no fueron norteamericanas: se remontan a la antigua Grecia, donde se le ofrecían sacrificios a Rhea, madre de los grandes dioses, y donde Atenea le dio a su hijo Aquiles las armas para luchar.
Los romanos llamaron a esta fiesta La Hilaria (alegría) y la festejaban el 15 de marzo, en el templo de Cibeles, madre diosa por excelencia, dueña del oráculo y del éxtasis, pero también protectora en la guerra, quien según el mito, copuló con su hijo Atis, quien luego se castró y renació en su vientre.
El cristianismo transformó La Hilaria en el festejo de la Inmaculada Concepción y la trasladó al 8 de diciembre, fecha en la que todavía se celebra a las madres en Panamá.
En la Inglaterra del siglo XVII se celebraba el Domingo de las Madres: tras la misa, los hijos, que luego serían soldados, regresaban a sus hogares con regalos para sus progenitoras.
En esta línea, después de Malvinas, la Argentina mudó el Día de la Madre, del 11 de octubre al tercer domingo, a pedido de los comerciantes de artículos del hogar, perfumería y cosméticos, que necesitaban reactivar la segunda quincena con una fecha poderosa.
Corolario: Anna Jarvis debió haberse percatado de que la historia de la humanidad se repite, primero como tragedia, luego como parodia y después en mensaje de celular. Fuente: Télam | |