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León Ferrari, el mejor artista de la Bienal de Venecia | ||
El argentino fue elegido por su trabajo "sustancial". Participó con su provocativa obra sobre Cristo. | ||
BUENOS AIRES (DPA) - El argentino León Ferrari, elegido como el mejor artista de la 52 Bienal Internacional de Arte de Venecia, ha sido siempre un furibundo cuestionador de la Iglesia Católica. El artista participa en la muestra, entre otros trabajos, con la provocativa obra "La Civilización Occidental y Cristiana", que con una técnica mixta presenta a un Cristo crucificado sobre un bombardero estadounidense. Nació en Buenos Aires en 1920, se inició en el campo de la expresión artística en el año 1955 y durante toda su vida ha desarrollado un lenguaje artístico propio, con técnicas variadas como el collage, la fotocopia, el arte postal, y materiales como la madera, el yeso, la cerámica y el alambre de acero inoxidable. Ha escrito artículos periodísticos, es autor de libros de poesía, entre los que se destaca "La bondadosa crueldad" (1988), e ilustró el libro "Nunca Más" sobre los crímenes de la última dictadura (1976- 1983). El jurado de la Bienal de Venecia justificó su decisión de la siguiente manera: "Hay un cuerpo de obras en el 'Arsenale' que presenta algunos pocos ejemplos de una carrera larga y sustancial". Victoria Noorthoorn, curadora argentina que participó en la presentación de Ferrari en la Bienal, comentó desde Venecia: "El premio va a ser trascendente en la historia del arte contemporáneo argentino porque se trata no sólo de un premio a su trayectoria, a sostener una práctica experimental a lo largo del tiempo y a sostener situaciones adversas sino también porque es un premio a la libertad de expresión en nuestro país". Por sus posiciones radicales y sus obras, con poderosos mensajes ideológicos, Ferrari debió exiliarse en San Pablo, Brasil, en el año 1976, cuando una dictadura tomó el poder en su país. Regresó a Buenos Aires en 1991 y siguió produciendo obras de un fuerte impacto como las de la polémica muestra retrospectiva de fines de 2004 y, comienzos de 2005 en el Centro Cultural Recoleta, de Buenos Aires, que fue objeto de varios atentados y hasta suspendida por un juez. Parte de las obras allí expuestas se referían al antisemitismo, los anticonceptivos y la lucha contra el sida, el castigo al diferente en el más allá, los crímenes de la dictadura, la discriminación a los homosexuales, la actitud occidental frente al sexo, la misoginia, la Conquista, la Inquisición y las invasiones de Estados Unidos a Vietnam e Irak. Al ingresar al salón, el espectador se encontraba con la figura gigantesca de un Cristo crucificado en un bombardero estadounidense, creación que, junto a todas las demás, originó un intenso debate que llegó hasta los tribunales. En su obra se refleja el pensamiento de un artista que está convencido de que "el poder está contaminado de religión y las relaciones del poder político con el religioso podrían sintetizarse mediante el siguiente enunciado: el poder de la Iglesia es el de un poder dentro de otro poder". Ferrari siempre habla de un "imperio religioso" de "persistente fuerza" cuyos dos mil años de existencia le permiten establecer "una moral comprometida con la estrecha y doble relación que Occidente mantiene con el sufrimiento y la tortura, de lo cual se desprende que la ética del poder de la Iglesia se sustenta en una cultura que glorifica la tortura, y toda la iconografía expresada a través del arte así lo demuestra". Para Ferrari, los lazos "extraordinariamente fuertes y perversos" entre el poder y la Iglesia "siguen vigentes en nuestros días". "Respiramos el aire que respiran los impunes, los no juzgados y los indultados, que se mueven en torno nuestro ostentándolo como una condecoración, un premio por sus crímenes" dijo hace poco, en declaraciones periodísticas. También, el jurado -presidido por el español Manuel Borja Villel, director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona- otorgó a Hungría el premio al mejor pabellón nacional y la jordana Emily Jacir, fue seleccionada como mejor artista menor de 40 años. El premio al mejor historiador de arte le correspondió al estadounidense Benjamin Buchloh . | ||
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